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Km 0 al 1

El domingo 17 de marzo saldremos a las 8.30 de la mañana de un lugar magnífico como es la Avenida Maria Cristina para hacer el maratón, una de las cosas más trascendentees de cuantas haremos en el año. (Los que lo hagan por primera vez pueden cambiar “año” por “vida” sin temor a equivocarse).

Lo haremos exultantes de contento, después de tantos y tantos días de entrenamiento, de tantas y tantas veces que hemos soñado este momento, de incluso no haber dormido la última noche...en un espacio espléndido. A nuestra espalda la Fuente Mágica de Montjuic, denominada así por las singulares formas que adopta el agua que brota, y el monumental Palau Nacional, actual sede museística del arte de Cataluña, ambos realizadas con motivo de la Exposición Internacional del año 1929. Entremedio, les Quatre Barres (Cuatro Barras), puestas de nuevo en pie hace poco, después que fueran derruidas por un dictador. Construcciones, todas ellas, que nos parecerá que las hicieron para que fueran el marco de nuestra salida.


Tranquilos: la Plaza España no nos la encontraremos así.
Foto de cuando la urbanitzaben en 1908

A poco del disparo, desatada la emoción del momento, pasaremos por debajo de las Torres Venecianas, que era el pórtico de entrada al recinto de aquella Exposición, y encontraremos de inmediato la Plaza España. Bordearemos por la izquierda la gran fuente que hay en medio, con esculturas que representan diferentes lugares del Estado, y enlazaremos la calle de Creu Coberta.


Por Creu Coberta (el nombre de la calle quiere recordar la cruz de término que había hace siglos al comienzo, en lo que hoy es la Plaza España) entraremos al barrio de Hostafrancs. El nombre proviene de cuando a mediados del siglo XVIII, Joan Corrades, un labrador rico de la comarca de la Segarra, inauguró una fonda y le puso Hostal d’Hostafrancs , el nombre de su pueblo. Con el tiempo, el establecimiento se convirtió en punto de referencia para los forasteros que llegaban a Barcelona por carretera. Les servía para descansar después de cambiar las ruedas de los carruajes antes de entrar a la ciudad, o para pernoctar una vez cerrada la Porta de Sant Antoni de las murallas. El hostal estaba en el que ahora es el nº 26 de Creu Coberta. El edificio era conocido en el barrio por Els Pollets (Los Pollitos) porque había una tienda hace muchos años donde los vendían, para criarlos en casa para la comida de Navidad. No tenía mucho valor según dicen los entendidos, aparte del sentimental, y, en el momento que escribo esto lo están derruyendo para dar paso a la obertura de la calle Diputación.

Bajando por Creu Coberta (que aunque no lo parezca, la calle baja un poco al comienzo) veremos a nuestra izquierda el Mercado de Hostafrancs. Sin las pintorescas paradas de ropa que rodean la construcción porque hoy es domingo, pero, como todos los mercados, agradable de mirar. Y casi delante, a la derecha, la Alcaldía, un edificio imponente que parece como si hubiera sido extraído de la derecha del Eixample y colocado aquí piedra a piedra. De estilo modernista, se le considera de un alto valor arquitectónico. En mi opinión, pero, su majestuositat y grandiosidad no liga con las características del conjunto de viviendas del barrio. Pero cómo es bonito de ver, nos irá bien mirarlo al pasar, aunque sea de reojo, para no rompernos demasiado la cabeza sobre si el ritmo que llevamos en este momento de la salida es el mejor o no.

Seguiremos bajando, y algo más abajo, al llegar a la calle Joanot Martorell, que es donde se termina la calle de Creu Coberta y empieza la de Sants, terminará también la ligera bajada y empezará un poco de subida. Todo ello nada difícil. Si lo comento es para hacer mención de una cosa poco conocida, creo, por los que no somos del barrio. Y es que en este punto de la unión de las dos calles pasaba la riera Magoria que venía de Collserola -de aquí los dos desniveles- que separaba el núcleo de Hostafrancs y el de Sants. Sí nos fijáramos al pasar, que no lo haremos porque bastante trabajo tendremos con aquello del ritmo, podríamos ver la subida de la calle Joanot Martorell para encontrar la de Creu Coberta, construida en el que era un puente para salvar la riera. Que había un puente lo evidencia la tienda de regalos del chaflán, cerrada desde hace tiempo, que lleva el nombre de El Puente .

Cuando se termine la calle de Creu Coberta continuaremos arriba, pues, con subida, a pesar de que muy benigna, por la de Sants, una calle que era el centro del que fue un pueblo hasta las postrimerías del siglo XlX y hoy uno de los barrios más populares y populosos de Barcelona. Sants tiene muchos años de historia -vinculada a menudo a movimientos obreros- con una intensa vida cultural, deportiva, y económica. También, por la misma característica del barrio, Sants tiene una retahíla de leyendas, una de las cuales la que se refiere a la existencia de muchos curanderos. Ahora no se sabe de ninguno, pero a finales de los siglo XIX, cuando todavía era un pueblo, apareció Nicasi Maria Unceti -en este caso no es un personaje de leyenda sino un señor de carne y huesos- un maestro conocido como “El curandero de Sants”, que se hizo famoso y rico en poco tiempo. En aquella época, en un pueblo donde casi todo el mundo era analfabeto, y donde se mezclaban las supersticiones con el fervor religioso, no es de extrañar que este individuo, que “curaba” a la gente con curiosos rituales y predicaba el evangelio y el espiritismo, tuviera gran número de seguidores.


 Finca de Nicasi, "El Curandero de Sants". Finales del siglo XIX

Se hizo famoso y millonario: los devotos le llenaban de dinero; todo a cambio de esperpénticos consejos, que incluso llevaron a la ruina a algunas familias. En el año 1870 lo detuvieron a raiz de una convocatoria que hizo. Cómo si se tratara de un profeta el tal Nicasi hizo un llamamiento a los cojos, ciegos e impedidos, prometiéndolos que todos aquellos que asistieran a su convocatoria serían curados de sus males por siempre jamás. A pesar de ser encarcelado, sus seguidores llegaron a edificar un centro espiritista en una gran finca, con capilla y todo, Cal Nicasi , en la calle de San Juan, la actual calle de Miquel Àngel de Sants, no muy lejos de donde estamos pasando ahora en este primer kilómetro.

Decía que actualmente ya no hay curanderos en Sants -creo-, pero aunque no hubieran tampoco nos harían falta en este momento. Apenas acabaremos de empezar el maratón, como nos lo demostrará el indicador del Km 1 que encontraremos a la altura de la calle Gaiarre, y estaremos más frescos que una rosa.

Km 1 al 2

Habremos visto el cartel del Km 1 a la altura de Gaiarre, una calle en honor de un tenor navarro del siglo XIX de portentosa voz, a quien una vez muerto y por encargo de sus fans le extrajeron la laringe -permitidme la escalofriante referencia como anécdota- y se encuentra desde entonces en el Museo de Navarra. Una calle, también, donde se fabricaron las primeras zapatillas para correr maratones. Las hizo Francesc Mates el 1977, un atleta del F.C. Barcelona desaparecido hace unos años, que era zapatero, en memoria del cual su hija Myrna organiza cada año por Todos los Santos la Cursa de l’Amistat (Montjuic - Tibidabo), una de las pruebas más antiguas y estimadas de la ciudad.

Seguiremos por la calle de Sants, subiendo un poco, y al llegar a la boca del metro, a la izquierda, veremos otro edificio emblemático del barrio: las Cocheras de Sants. No es muy bonito, la verdad; de hecho era un lugar que servía años atrás para guardar tranvías, pero el emblema le viene por haber sido posible reconvertirlo en un centro cívico, después que en los años setenta los vecinos las salvaran del derribo con un fuerte movimiento reivindicativo. Una cosa esta a la que están muy acostumbrados los santsenses.


Cartel del certamen

Las Cocheras son ahora un centro donde se hacen muchas cosas, incluso un maratón. No de las nuestras, sino de cine; de terror concretamente. (Algún día tendremos que reivindicar -también nosotros- que a cualquier acontecimiento de una cierta duración le dicen maratón, lo cual sirve para confundir al personal...y restarle mística a la nuestra, la genuina, la verdadera.) Ya lo sabéis, si os queréis llenar de vampiros, zombis, sicópatas, hombres lobo, sangre y hígado, llegaos en otoño, cuando hacen el Maratón de Cine Fantástico y de Terror a las Cocheras.

Pasadas Las Cocheras llegaremos a la Plaza de Sants –que atravesaremos a buen ritmo porque apenas estamos empezando y la subidita no mata a nadie-, donde, además de una escultura que hay en el jardincillo de la derecha en honor del dios Neptuno - popularmente rebautizada como El Xato desde que con un golpe de piedra unos chavales le rompieron la nariz - veremos a la izquierda El Ciclista, un monumento d’aluminio alegórico al deporte de la bicicleta.

El Ciclista nos ayudará a recordar que el barrio de Sants ha sido, y continúa siendo, la referencia de este deporte en Catalunya. No en vano, un club de aquí, la Unión Deportiva Sants, es el organizador desde hace casi noventa años de la Volta Ciclista a Cataluña , una emblemática prueba que se celebra desde hace más de cien, que tiene en su haber el que hayan participado grandes nombres del la historia del ciclismo. Como Mariano Cañardo, que la ganó siete veces, hasta Miguel Indurain, que lo hizo en tres ocasiones, pasando por Jacques Anquetil, Miquel Poblet, Luis Ocaña, Francesco Mosser, Eddy Merckx...

¡Y que no decir del baloncesto! En Sants hay tres de los primeros clubes que hubo en el país, el BAM, el BIM (parece una broma pero no lo es; BAM son las siglas del Baloncesto Ateneo Montserrat, y BIM las del Baloncesto Institució Montserrat) y el JAC, que se fundaron en 1928, 1930 y 1935 respectivamente. El BIM se fundó con el nombre de BB Renacimiento, pero -qué cosas !- fue obligado al acabar la guerra civil a cambiarlo por Baloncesto Institución Montserrat (BIM). Todos ellos clubes modestos, pero que se pueden vanagloriar de ser la cuna del deporte de la canasta. Y no tanto sólo de hacer una gran tarea de promoción; de ellos han salido muchos grandes jugadores, el último de los cuales Roger Grimau, que aprendió a jugar en el JAC, sino de haber contado en sus filas, nada más y nada menos que a un célebre cantante de ópera como Josep Carreras, hijo del barrio por cierto, que lo hizo también en el mismo club.

Hablando de la mucha actividad deportiva que tiene este lugar por donde estamos nosotros ahora, haciendo también una, no puedo dejar de decir que en el barrio de Sants hay otro club también histórico: el Mediterráneo. En este caso de natación básicamente, y especialmente de waterpolo (los olímpicos Dani Ballart y Jordi Sans eran del club), a pesar de que tiene también muchos atletas populares como socios, y algunos de ellos seguro que están corriendo el maratón en este momento.


Cros de Sants 1934

Un apunte: El Mediterráneo se fundó en el Poble Sec (Pueblo Seco) en el 1931, donde estuvo trece años antes de irse a Sants. Adoptaron el nombre de Mediterrani cuando se creó porque a los fundadores les pareció que no serio, tratándose d’un club de natación, ponerle "Pueble Seco". Y pasando por Sants, tenemos que hablar de una carrera tradicional del barrio: el Cros Popular de Sants, la prueba atlética que se hace cada octubre por sus calles. Y a pesar de que ya se ha celebrado el 34 aniversario de la cursa –cuesta decirle cros a una prueba que se hace sobre asfalto- más cumpliría sí no se hubiera suspendido por culpa de la guerra. Porque en realidad, esta cursa se celebró por primera vez en el 1934; volvió a hacerse el año siguiente, pero con la maldita contienda del 36 y la posterior dictadura se fue, como tantíssimes cosas, al garete. Se fue a pique hasta que el mismo grupo de gente que la había creado, los progresistas miembros del Ateneu Enciclopedic Sempre Avant , la recuperaron en 1978 para felicidad de los que nos gusta esta locura de correr por las calles de Barcelona.

Resumiendo, el lugar por donde estamos pasando tiene una gran habitud cívica y deportiva. Los historiadores dicen que fue en Sants, precisamente, donde el deporte se desarrolló a principios del siglo XX en Barcelona, gracias, curiosamente, a los obreros del barrio, que lo empezaron a practicar como un tipo de reivindicación democrática e igualitaria, en un momento en que sólo lo hacía la alta burguesía barcelonesa.

Esto, felizmente ya es historia, y nosotros, hoy, seguiremos por la calle de Sants, ahora con un poco de suave tobogán. Atravesaremos la rambla de Brasil (curiosamente se llama Brasil a la izquierda de la calle de Sants y Badal a la derecha), y quizás no lo veremos porque iremos por lo nuestro, pero al pie del edificio de la esquina de la Rambla del Brasil hay una extraña piedra, de notables dimensiones, de forma troncocónica y descabezada. Está adosada a la fachada de las oficinas de la agencia Mafre, justo en el chaflán, y es un vestigio de muchos años (¿siglos?) atrás. "Salva-carros" le decían, y servía para que las ruedas de los carruajes, al girar, no se estrellaran con las casas.

Esta piedra no se tiene que confundir con la señal del Km 2, a pesar de que esta estará cerca. Pasados cien metros de la boca del metro de Badal nos la encontraremos, como aquel que dice en pleno calentamiento.

Km 2 al 3

Continuaremos subiendo suavemente por la calle de Sants, y al llegar casi a su final, antes de Collblanc, giraremos a la derecha para coger la Avenida de Madrid. Esta calle divide los barrios de Sants y les Corts. No tiene muchos aspectos interesantes. Es una arteria que fue abierta hace unos años, con buenas casas de nueve o diez pisos a ambos lados, y lo único destacable, a mi parecer, es la llanura del terreno y la anchura de la calzada, que en un maratón es cosa siempre de agradecer. Bien, llanura, llanura, absolutamente llana, la avenida no lo es: sube un poco, casi nada, desde el giro que hemos hecho y hasta la Rambla de Brasil. Después sí, es llana como la palma de la mano.

Mientras avanzamos -seguro que a buen ritmo porque la Avenida de Madrid invita a correr- y con la carencia de atractivos especiales, quizás, estando en medio de los dos barrios, es momento de pensar sobre de donde vienen los nombres de Sants y les Corts. Mi teoría, al correr un maratón, es que conviene distraernos. De aquí la tabarra que estoy dándole al posible lector con “la Fisonomía”, que escribo pensando que, al recordar el escrito, nos servirá, a él y a mí, para aligerar el esfuerzo. Lo pienso ingenuament porque a la hora de la verdad, a buen seguro, no recordaremos nada. Pero de ilusión también se vive.


Estación de tren. Testigo de cuando
a Sants se le decía Sans. Año 1961

Hay quién dice que Sants proviene del hecho que alrededor de la Iglesia de Santa Maria dels Sants, cerca de las cocheras (el núcleo por dónde hemos pasado hace poco), se configuró lo que fue el pueblo, antes de integrarse a la ciudad de Barcelona el año 1897. A Sants (Santos) se le ha dicho también “Sans” (Sanos), sin la “”t . Algunos historiadores afirman que cuando era un pueblo, y por lo tanto saludable, los barceloneses de intramuros denominaban “sanos” a los vecinos de aquel lugar de las afueras, y así se quedó durando mucho tiempo. Pero un servidor recuerda que durante el franquismo, y como muchas calles y lugares que se castellanizaron, al barrio de Sants y a la calle mayor se se le decía Sans por imposición. Y a propósito, una anécdota: cuando en los años cincuenta se hizo la presentación de la maqueta del que tenían que ser la estación de la línea 5 del metro, los presentes en el acto quedaron estupefactos porque alguien había pintado un T entre las letras ene y ese del letrero de la estación del que entonces era Sans, y se podía leer SANTS. No se supo nunca quién había sido el autor de tamaña osadía. Le habría caído el pelo.

El topónimo de les Corts se dice que proviene del latín y significa "terreno de casas rurales". También hay quién dice que se denomina así, no tanto por las casas, sino por las cortes (los corrales) que había en las masias.

El nombre de Avenida de Madrid es fácil deducir que le fue puesto para quedar bien con la capital del reino y no por lo que decían hace años algunos malpensados: argumentaban que se lo puso un gobernador de Barcelona durante la dictadura, que era madridista, para que, estando tan cerca del campo del Barça, el “Madrid” sirviera de recuerdo perenne a la legión de culés que pasan cada dos por tres.

El edificio más destacable de este trozo de le Avenida de Madrid está donde encontraremos la señal del Km 3. Poco antes de atravesar la Rambla de Brasil veremos a la derecha un impresionante campanario. Es el de la Iglesia de Santa Tecla, la parroquia donde es celebró la multitudinaria ceremonia de despedida que se le hizo a Kubala el año 2002. Aquel jugador de leyenda, de quien se dice que entrenaba más tiempo que nadie, a solas aunque fuera, cuando los demás ya se habían ido, o que, cuando tenía 66 años se sometía a un riguroso plan de ejercicio para mantenerse físicamente (40 kilómetros en bicicleta los lunes y 70 los jueves; jugaba al fútbol de veteranos los martes, viernes y domingo, y disputaba tres sets de tenis los miércoles y los sábados) estuvo muy ligado al barrio de les Cortes. En el jugó, vivió...y murió; cuando menos se le hizo el funeral por su muerte. En esta iglesia fue donde centenares de barceloneses coreaban el 19 de mayo de 2002 su nombre entre aplausos al salir el féretro por la puerta -justo ante la cual estaremos pasando- atestada de gente.



Toda la prensa, el día siguiente, abrían las ediciones glosando el personaje. El Mundo Deportivo, en una amplio reportaje que publicó, decía lo siguiente: “Emoción, aplausos, y gritos de "Kubala, Kubala! Un respetuoso silencio roto tan sólo por los aplausos de los aficionados que acudieron a la Parroquia de Santa Tecla para dar su último adiós al jugador más importante de la historia del FC Barcelona". La Vanguardia publicó una fotografía histórica por su significado: 10 ex jugadores en la despedida de Kubala. En primer término de la foto, Manchón y Basora. En segunda línea, de izquierda a derecha, Seguer, Vila, Ramallets, Biosca, Rodri, Gonzalvo III, Luis Suárez y Gràcia. Faltaba uno...

Seguramente se nota mucho que Ladislao Kubala, el húngaro afincado en Catalunya, fue uno de mis ídolos de la infancia. No se puede hacer nada; ya se sabe que algunos recuerdos perduran siempre.

Km 3 al 4

El doctor Sheehan, un guru del correr de los años ochenta, decía que los corredores tienen tres enemigos, los médicos, los perros y los automovilistas. Ciertamente, años atrás, los cláxones de los coches eran un martirio en cualquiera cursa, y no digamos en el maratón. Ahora, felizmente, esto ya es historia. En general impera más buena educación, y los que van en coche aceptan que unos locos, un día al año, corran por la calzada durante un rato en lugar de ellos. Hoy, nosotros somos los protagonistas, y es un gozo hacerlo por calles -como esta avenida de Madrid- que los otros 364 días están atiborradas de automóviles hasta arriba.

Mientras vamos corriendo por la Avenida de Madrid, y más allá cruzaremos la calle Galileu -uno de las calles que pertenecen a dos barrios, el de les Corts y el de Sants- quizás algún ultra-veterano recordará que exactamente en este mismo lugar hubo el campo de fútbol del Sants (¿Será por esto que el suelo sea tan llano?). Durante la década de los sesenta, el crecimiento de la ciudad provocaba la apertura de calles nuevas, y una de ellas fue, precisamente, la Avenida de Madrid. No fue el único campo de deportes del barrio que desapareció por el nuevo urbanismo, pero en este caso, le tocó al Sants (Sans entonces, como ya sabemos), y el que había sido el histórico campo de la calle Galileu cerró el 23 de Febrero de 1964, y el recinto fue ocupado por la avenida por donde estamos ahora.

Por este campo del barrio desfilaron los mejores equipos nacionales y extranjeros enfrentándose al Sants, que también tuvo jugadores de primera fila. D’entre ellos destacó Josep Samitier, que se formó como juvenil y más tarde triunfó en el Barça y se convirtió en un mito, y Emili Perelló, defensa derecho, que fue internacional en 1927.


Equipo del Sants en el último partido en el campo de la calle Galileu

Los kilómetros por el barrio de les Corts van de fútbol, ya lo vemos. Y más que lo veremos. Pero viene a cuento decir también algo sobre sus orígenes y su fisionomía actual. Ya hemos dicho que el nombre de les Corts no tiene sus orígenes con el que a menudo se le atribuye: “las cortes reales”; todo lo contrario: proviene de cuando había muchas masías con corrales de ganado (cortes). En la época neolítica ya había actividad agrícola. Se asentaron los ibers laietans, según lo demuestran los restos de unos silos que se encontraron en unas excavaciones, y más tarde los romanos. O sea que los primeros habitantes de les Corts vivían en cavernas. Nada que ver con ahora, porque los pisos de la zona y todo su entorno son de lo mejor de Barcelona. También se asentaron los romanos; y más tarde, en la era medieval, labradores que bastante trabajo tenían para subsistir. Nada que ver con ahora, porque según datos oficiales, el poder adquisitivo de los vecinos de la zona está mucho por encima del de la media de la ciudad, concretamente un 110% por encima.

Y mientras avanzamos por la avenida, ya hemos dicho que a buen ritmo (peligrosamente, porque la cosa no ha hecho nada más que empezar), será momento de recordar que de esta calle se explica una inefable leyenda: hace años, días antes de un partido entre el Barça y el Madrid, fue pillado un seguidor madridista subido a una escalera. Había ido añadiendo la letra ele a todos los letreros que pudo de la calle, de forma que se leyera "Avenida del Madrid".

Cruzaremos Vallespir, otra calle que por la parte de abajo pertenece a Sants y por la de arriba a les Corts, y llegaremos a la Plaza del Centro, el nombre de la cual le viene dado porque en la época de las masías era el punto central de una gran finca propiedad de un conde. Pasada la plaza, la avenida deja de decirse de Madrid y se convierte en la calle Berlín a pesar de que sigue en línea recta. Haremos un trozo hasta la calle de Numancia. En frente nuestro veremos un moderno edificio en el chaflán, donde hay una gran tienda de coches Audi. Es obra del arquitecto Ricard Bofill, el mismo que diseñó el Hotel Vela de la Barceloneta inaugurado no hace mucho, famoso por el debate ciudadano que levantó que un edificio tan alto (88 metros) se pudiera hacer en la playa...y famoso por ser el más caro de la ciudad: desde 200 a 3.700 euros la habitación desayuno aparte; con derecho a usar la piscina y el gimnasio, eso sí.

Pero volvemos a nuestro circuito. Volvamos porque justamente aquí, en el cruce de Berlín/Numáncia, nos estará esperando el cartel del Km 4.

Km 4 al 5

Pasado el Km 4 subiremos un tramo de la calle de Numancia. Lo haremos en dirección contraria pero no hay que preocuparse porque hoy tenemos permiso. Algo más allá del indicador pasaremos por delante de un complejo de casas de color blanco a nuestra izquierda, construidas en los terrenos que ocupó el Club de Fútbol Barcelona antes del actual. Fue el legendario campo de les Corts. Fue denominado, como el del Bilbao, “la Catedral del fútbol”. Por otro lado, y en otro sentido, el lugar había sido a menudo un baluarte de la resistencia catalana. Durante la dictadura de Primo de Rivera, por ejemplo, en junio de 1925, ocurrió un incidente histórico: en un partido antes del cual el club quería homenajear al Orfeó Català, una banda de música se vio obligada a interpretar el himno de España. Justo en el momento de iniciarse los primeros acuerdos, el público empezó a silbar de forma tan estruendosa que la autoridad gubernativa, ipso facto, clausuró el campo durante tres meses.

Del campo de les Corts se explican un montón de historias: unade ellas es la de que cuando se acabó de construir el conjunto de casas blancas que conforman lo que fue el recinto, circuló una leyenda urbana: al tratarse de un lugar tan significativo, el arquitecto recibió miles de anónimos de culés, poniéndolo de vuelta y media... por su color blanco.


Ladislao Kubala, para muchos el mejor jugador del Barça
de toda la historia. (Camp de les Corts. 1954)

Pasaremos por el lado de la que entonces fue la entrada principal, y quien sabe si veremos como los espectros de jugadores que se hicieron míticos en este lugar: Samitier, Zamora, Alcantara..., y no digamos, Kubala, celebrarán nuestro paso y nos apoyarán, aplaudiendo el esfuerzo que estamos haciendo hoy.

Giraremos a l’izquierda al encontrar la Travessera de les Corts y, para acabarnos de impregnar del juego de la pelota, también veremos, sí nos fijamos, la placa de una pequeña calle, a nuestra derecha, que lleva el nombre de Joan Gamper, el fundador del Barça, un suizo que lo fue todo en el club. Poco podía pensar el año 1899, cuando el hombre publicó una nota en un diario para emprender en Barcelona la práctica de un nuevo deporte, que se convertiría con lo que es hoy. Ni él, ni los 12 que acudieron a la cita, podían intuir entonces que estaban fundando algo más que un club de fútbol.

Una cosa no muy festiva sobre el campo de les Corts es el hecho que, acabada la guerra, y retomados los partidos de futbol, el Barça fue especialmente vigilado por el régimen con el objetivo de tener controlado un club que había que había hecho siempre bandera de su catalanidad. Se conservan crónicas con discursos de militares antes de los partidos, que preconizaban, al revés, una supuesta “españolidad del Barça”. Como, por ejemplo la del partido F.C. Barcelona – Alaves del 11 de Julio de 1939, en La Vanguardia del día siguiente, que empezaba así: “Desde que el F.C. Barcelona fundido en el Movimiento, dispuesto a figurar en la avanzada del resurgir deportivo nacional ha sido puesto en marcha por la animosa Gestora que lo gobierna, cada jornada, en el hermoso campo azul-grana, resulta una manifestación patriotico-deportiva completa” . (...) El consejero nacional señor Gimenez Caballero exaltó el sentido del deporte al servicio de España. Saludó a la representación alavesa, y recordó a la cuarta de Navarra que reconquistó Cataluña sabiendo que aquí estaba deseándolo, un gran pedazo de España”



En aquella época, los jugadores y los socios del Barça estaban obligados a saludar ante un monumento a los caídos que pusieron al campo de les Corts. Lo hacían al estilo fascista, antes de cada partido.

Y siguiendo por la Travessera de les Corts, apenas pasadas las casas blancas (el Gol Norte de l’antiguo campo), nos encontraremos el Pino de la Travessera a la izquierda, un árbol centenario de cuatro pisos de altura que separa los carriles de circulación de la Travessera. Situado donde antes había una de las entradas del campo de fútbol, constituye todo un símbolo del barrio. Más de un vehículo se ha estampado, como podríamos ver por las marcas del tronco sí nos fijáramos al pasar, pero aun y los 120 años que se calcula que tiene, se encuentra en un buen estado. Se trata de un árbol que fue declarado de interés local en 1993 y está catalogado. (Digamos que es un “Pino piñonero” “Pinus pinea”, para los corredores interesados en botánica).


El Pino de la Travessera. Años veinte. Todavía está aquí.

Este pino, y una palmera cercana, que también veremos algo más allá, son los únicos elementos que recuerdan los jardines de una desaparecida masía que había en este lugar y que, al ensanchar la Travessera fueron indultados para permitir la conservación una vez desaparecida la finca. La finca y la masía era conocida como Can Gasparó, y en el 1934, después de una importante campaña pro escuelas antes de la guerra, el espacio se convirtió en el Grupo Escolar Duran y Bas, uno de las colegios más antiguos y con más prestigio del barrio.

Seguiremos bajando por la Travessera (quién dice bajando dice llaneando), seguiremos cruzando calles muy significativas del barrio –Vallespir, Galileo-, Joan Güell- y a la altura del Mercado de les Corts, encontraremos la señal del Km 5.

Km 5 al 6

A estas alturas de la Travessera habremos corrido los cinco primeros kilómetros del maratón. Los expertos dicen que estos se tienen que hacer de manera cómoda porque son la clave para llegar enteros al final. ¿Les habremos hecho caso? Esperemos que sí. Otra cosa: en este punto habremos encontrado el primer havituallamiento de agua. Aquí si que no hay que ser muy experto para afirmarlo: se tiene que beber la que te dan aunque no tengas sed.

A pesar de que no lo parezca, en el barrio de les Corts no todo es fútbol. Es uno de los lugares de Barcelona donde está presente, desde hace mucho, el recreo y la cultura. Desde agrupaciones corales, dos de las cuales l’Espiga, fundada l’año 1924, y l’Orfeó que lo fue el 1958, hasta el Centro Cultural -actualmente se han añadido las iniciativas del centro cívico de Can Deu-, numerosos espacios han contribuido al desarrollo de actividades populares.

Es muy conocida una carrera de ciclismo para profesionales que se celebra en les Corts, que se ha convertido en la segunda prueba ciclista más importante de nuestra ciudad, detrás la Escalada al Castillo de Montjuic. Dan 45 vueltas a la Gran Vía Carlos III entre la Diagonal y la Avenida Madrid, ofreciendo la posibilidad a los vecinos y espectadores de poder seguir los 90 kilómetros sin moverse del lugar. Cómo si estuvieran dentro de un velódromo, vaya.

También, como no podía ser menos, les Corts tiene dos cursas: una de fecha reciente, solidaria, “En marcha por la Parálisis Cerebral”, en octubre, alrededor del Camp Nou, con salida y llegada a la Travessera. Y otra de 1.000 metros: "El Km de les Corts", que se celebra en mayo donde estamos corriendo ahora, también en la Travessera, en un circuito de ir y volver de 500 metros. Se hacen varías carreras de mil, la mayoría para corredores federados -con jugosos premios en metálico- y también una de mil para populares.


La Maternitat

Continuaremos por la Travessera, y al poco de cruzar la Gran Vía de Carles III veremos a la derecha el edificio del recinto de la Maternitat, un lugar de un valioso patrimonio arquitectónico. Actualmente no tiene nada que ver con el fin con el cual fue creada: es un centro asistencial adscrito a la Seguridad Social que atiende a todo el mundo, pero en sus orígenes, que se remontan a la mitad del siglo XIX, era La Casa Provincial de Maternidad y Expósitos , de carácter benéfico. Estaba vinculada a las necesidades de la población más desfavorecida: el cuidado de los niños abandonados y la atención médica a mujeres que requerían lo que entonces decían “la maternidad secreta”. No hay que decir nada más. Al pasar por delante, veremos pabellones que ya no se dedican tampoco a la asistencia sanitaria, porque los dos edificios que dan a la Travessera están ocupados por el Instituto Les Corts y la emisora de la COM Radio.

Desde aquí ya divisaremos el Camp Nou. En este punto, no podremos sustraernos -en especial los que somos del Barça- a que nos estamos acercando a un templo. Y quien sabe si, como Joan Oliver (Pere Quart) en su poema "La cruzada", no imaginaremos las multitudes que se le acercan el día de partido...

"Quan s'acosta l'hora
les àvies i els petits agemoleixen
al fons de les alcoves;
i al recambró de la higiene
donzelles sospiroses
s'emmirallen, malgrat tot, amb càlcul.

Però els barons -fixeu-vos-hi!-
s'alzinen com pollancres
vora la taula devastada;
surten al porxo,
escruten el cel, color de perla falsa.

Bròfecs com els herois en crisi,
abracen per damunt
la muller eixuta,
que temps ha malalteja.

(El gos lànguidament udola
abocat a l'eixida.)

I “Adeu” criden a tots
amb veu entera,
i alcen el braç a mitges,
secrets escèptics tal vegada,
però en l'extern inexorables.

De dos en dos,
centenars i milers,
es llacen
a les desertes vies de la tarda.

Entre marcials i amotinats
avancen, sallen
-escamots convergents,
centúries, legió-
impetuosos, emulant-se
en la carrera única,
com assumits pel fat enorme
de les grans ofensives
o els grans èxodes.

Perillosament -oh sí,
que en l'aire sobreneda
un pensament de pluja-,
catòlics de debò,
croats unànimes,
com
un
sol
home,
van a l'estadi nou, van a l'estadi".


("Cuando se acerca la hora
las abuelas y los pequeños se arremolinan
al fondo de las alcobas;
y en el cuarto de la higiene
doncellas suspirantes
se reflejan, sin embargo, con cálculo.

Pero los varones-fijaos en ellos! -
se alzan como chopos
junto a la mesa devastada;
salen al porche,
escrutan el cielo, color de perla falsa.

Histéricos como los héroes en crisis,
abarcan por encima
la mujer seca,
que tiempo ha enferma.
(El perro lánguidamente aúlla
abocado a la salida.)

Y "Adiós" gritan a todos
con voz entera,
y alzan el brazo a medias,
secretos escépticos tal vez,
pero en el externo inexorables.

De dos en dos,
cientos y miles,
se entrelazan
a las desiertas vías de la tarde.

Entre marciales y amotinados
avanzan,
-Guerrillas convergentes,
centurias, legión-
impetuosos, emulándose
en la carrera única,
como asumidos por el hado enorme
de las grandes ofensivas
o los grandes éxodos.

Peligrosamente-oh sí,
que en el aire sobrenada
un pensamiento de lluvia-,
católicos de verdad,
cruzados unánimes,
como
un
solo
hombre,
van al estadio nuevo, van al estadio ").


Entrada del día de la inauguración del Camp Nou. 1957

Y cuatro pasos después habremos llegado ante el Camp Nou. Y al terminar la Travessera, nos esperará el Km 6. Hoy será día de partido. El Barça juega contra el Rayo Vallecano y a esta hora ya habrá quizás gente comprando camisetas azulgranas -ahora con el nombre de Messi la que más, seguida por la de Iniesta y Xavi -, banderitas, bufandas, gorras...lo que querais.

Y es que esto del Barça, que era más que un club, ahora es una religión. ¿O es que habrá algún culé que, después de haber conseguido vivir las mejores temporadas de la historia, no se emocionará al pasar corriendo el maratón por delante del Camp Nou? conozco uno que ha hecho siempre lo mismo cada año: cuando llega, grita muy fuerte ¡¡¡Visca el Barça!!! Desde hace unos cuantos años se queda afónico.

Km 6 al 7

Justo después de encontrar la señal del Km 6 abandonaremos la Travessera y subiremos por la calle Arístides Maillol, a la derecha, para continuar “nuestra cruzada particular” bordeando las instalaciones del Club de Fútbol Barcelona. Correremos rodeando el Camp Nou, procurando, al menos yo, y de seguro que otros muchos más, contener la emoción que nos producirá el hacerlo (Que nos perdonen nuestra debilidad los que son de otros clubes). Ya me parece ver a nuestro lado (virtualmente, claro), los Basora, Cèsar, Kubala, Moreno, Manchón...

No escucháis al Serrat cantando?:

“Hijos de Una, Grande y Libre...
Metro Goldwyn Mayer...
Lo toma o lo deja... Gomas y lavajes...
Quintero, León y Quiroga... Panellets y panellons...
Basora, Cesar, Kubala, Moreno y Manchón.”


Messi a los 5 años

Será difícil no emocionarnos, pasando tan cerca del campo del Barça, y sustraernos a que en este templo del fútbol también han jugado otros auténticos mitos más recientes. ¿No veis el espectro de Maradona; de Cruyf; de Ronaldinho; de Eto’o, o el de nuestro colega maratoniano Luis Enrique? ¿O los de los que juegan ahora: Xavi, Iniesta, o el de un chico -no sé si alguien ha oido hablar alguna vez de él- que se llama Messi?

No será el momento porque estaremos envueltos en nuestro reto, pero pasando tan cerca de lugares con tanta historia deportiva como el terreno del campo de fútbol, el museo del Barça – el más visitado de todos los museos que hay en Barcelona –, el Palau Azulgrana, etc., nos vendrán ganas de pararnos y admirarlo todo. Pero no, ¡hoy no! ¡Ya volveremos otro día!

Al terminar la calle de Arístides Maillol cogeremos la Avenida Joan XXIII y nos encontraremos La Masía a la derecha de nuestro paso, un casa de labranza, como tantas que había en les Corts construida el año 1702. Será el último lugar que veremos de las instalaciones del Barça: un lugar muy significativo por la gran cantidad de jóvenes jugadores de fútbol y de baloncesto que se han formado hasta hace poco aquí. Ahora se han trasladado, pero es aquí donde los jóvenes prodigios vivían, entrenaban, estudiaban...y contaban los días que les faltaba para su debut con el primer equipo. Vale la pena mirarlo. 


L’Avi del Barça en la Masía.

De reojo veremos l’escultura de l'Avi del Barça (el Abuelo del Barça) que hay en frente de la Masía. Fue realizada por Josep Viladomat, un prolífico escultor que también hizo por encargo una estatua eqüestre de Franco que estuvo en el Castillo de Montjuic hasta que llegó la democracia, que no quiso nunca reconocer haberla esculpido. Por cierto, L’Avi lo hizo bastante más delgado que el orondo personaje de barba blanca creado por el dibujante Valentí Castanys hace noventa años, y que es un auténtico símbolo del club. Hay quién dice -quizás con toda la razón del mundo- que al escultor le salió escuálido porque lo realizó en tiempo de posguerra.

Subiendo por la Avenida de Joan XXIII pasaremos por medio de unos espacios que, ironías de la vida, son muy contradictorios: a la derecha la Maternitat, y a la izquierda el pequeño Cementerio de les Corts y la Facultad de Farmacia. No nos hará falta pensar en el chiste (fácil) que nos sugiere el qué estos lugares estén tan juntos: nacer, medicar-nos y palmarla . ”No nos hará falta porque todavía no estaremos cansados; apenas habremos hecho siete kilómetros, confirmado por el indicador del Km 7 que estará aquí.

Km 7 al 8

Seguiremos subiendo por la Avenida de Joan XXIII y, atención: este tramo para ir a parar a la Diagonal es el de más subida de todo el maratón; no desmantelará a nadie, pero tenemos que saber que la subidita, de unos doscientos metros, existe. Una vez arriba, en la Plaza de Pius XII (¡cuántas referencias al clero en este espacio!), en plena Diagonal y al encontrarnos con el Hotel Princesa Sofía, habremos logrado el punto más alto del maratón. Ochenta y cinco metros sobre el nivel del mar, que teniendo en cuenta que la salida está a treinta y cinco, habremos subido unos cincuenta en los siete kilómetros y pico hasta el hotel. No es mucho, la verdad.

Una curiosidad: cómo hemos visto, a les Corts hay calles y plazas con nombres que hacen honores a papas, y también hay un montón de iglesias. Pero cuando era un pueblo, extrañamente, no había ni una. Tanto es así, que cuando en 1837 se promulgó solemnemente la constitución, se tuvo que hacer la jura ante un retrato de Isabel II en lugar de en un altar, como era de rigor, porque no había ninguna iglesia en el pueblo.

Habremos dejado a la izquierda la zona de las facultades habiendo pasado junto a la de Farmacia, la más antigua de todas, y haber visto de reojo la de Derecho al otro lado de la Diagonal. Una zona esta, la de los alrededores de la Universitaria, que estoy seguro que muchos de los corredores y corredoras que estén haciendo el maratón conocen muy bien porque han sido o son alumnos, y les tiene que ser muy gratificante pisar el suelo de estos lugares corriendo la prueba. ¿Cuántas veces no habrán paseado por aquí con los compañeros de clase? ¿Cuántas no habrán llorado por los mismos alrededores -de alegría o de tristeza- después de saber la nota del último cuatrimestre? ¿Cuántas...?

Una vez en la Diagonal, y después de haber hecho, como decíamos, la subida más fuerte de todo el recorrido, cogeremos aire, buff.., y giraremos a la derecha para bajar por la avenida más ancha de la ciudad.


A la Diagonal no habrá tanta gente. La foto es de 1953 durante un acto del Congreso Eucarístico.
Al fondo, a la izquierda, la Facultad de Farmacia

Bajaremos por la Diagonal -cuidado con embalarnos-, un lugar que tiene que ser conocido por muchos que hoy están corriendo el maratón, porque el lateral montaña es un punto donde entrena (entrenemos) mucha gente, y donde incluso algunos hacen series.

No somos los únicos que entrenamos por la zona; también se puede ver hacer footing a famosos que salen por la tele, o a políticos, o a ejecutivos de alguna multinacional que se alojan en cualquiera de los hoteles de cinco estrellas que hay por aquí. Eh! he dicho hacer footing, una cosa muy diferente -un respeto!- de lo que estamos haciendo nosotros ahora.

Por esta parte alta de la Diagonal, donde estamos en este momento, pasaremos por una zona donde la sociedad del bienestar y el glamour se hace patente. Algo más allá del Hotel Princesa Sofía, y pasados unos jardines –el parque de Jaume Vicens Vives- que tienen unas figuras de ciervos a los que se los han roto los cuernos, nos encontraremos las Torres de la Caixa por el mismo lado por donde bajaremos.

Las Torres de la Caixa tienen la singularidad de que el letrero y el logotipo característico de la entidad creado por Joan Miró -la estrella de color azul y las pequeñas redondas rojas y amarillas, que según dijo el autor representan el universo y los colores de la bandera catalana y española, -rodean los edificios en la azotea.

Apenas al pasar las torres negras de la Caixa veremos a la derecha las innovadoras, en su momento, Torres Trade del arquitecto Josep Antoni Coderch, detrás del edificio de El Corte Inglés que pasaremos.

Es curioso, pero el espacio que ocupa ahora El Corte Inglés, paradigma del estado del bienestar, había años atrás, otro tipo de inmueble, más bien relacionado con todo lo contrario. En el siglo XIII había una de las masías más grandes de les Corts, Can Martí. En el siglo XVI pasó a ser propiedad de los marqueses de Peñalver. Construyeron un edificio y lo regalaron a las Dominiques de la Presentación para que lo dedicaran a un asilo. Más tarde, durante la guerra, se convirtió en la prisión de mujeres de Barcelona. La casa fue una finca rural, una casa de la nobleza, un asilo de chicas descarriadas y una prisión de mujeres. Poca cosa que ver con lo que es hoy: unos grandes almacenes.


Cursa del Corte Inglés (Cualquier año)

Unos grandes almacenes que, hablando de todo, y sin querer hacer propaganda, no me puedo estar de decir el que seguramente recordaremos al pasar por el lado: todo el mundo sabe que El Corte Inglés organiza cada año una multitudinaria cursa desde 1989, en la cual, y para conseguir el Guinnes, participaron 110.000 corredores el 1994, algunos de los cuales a buen seguro que también estarán (estaremos) haciendo ahora este maratón de hoy.

En frente mismo de El Corte Inglés (no lo veremos porque está en el otro lateral) hay un reloj curiosísimo. Le llaman analemático. Un original reloj que está en el suelode de la Diagonal, que seguro que los que entrenan por la avenida lo han visto mil veces. Sí quieres saber la hora tienes que situarte encima del mes que está grabado en el pavimento, y tu sombra la señalará. Es decir que tú harás de varilla. No hace falta decir que sí no hace sol -sí el día está nublado- no hay nada a hacer.

El reloj no, pero lo que sí veremos, será el inmueble que hay frente al Corte Inglés, al otro lado de la Diagonal, a nuestra izquierda. Me refiero al magnífico edificio de la antigua Banca Catalana y actualmente de Editorial Planeta, uno de los primeros edificios inteligentes de la ciudad, construido en 1970, que entre otras cosas posee un sistema de irrigación controlado por ordenador, que permite mantener una exuberante cantidad de plantas en su fachada. Ciertamente, nos alegrará la vista al pasar.

Una cosa que también veremos bajando por la Diagonal son las estructuras metálicas que van de un lado al otro de la calzada de la avenida formando un arco, y con pantallas y señalizadores de tránsito indican si los carriles están abiertos o cerrados. La particularidad de estas estructuras reside en un hecho poco conocido: son obra del famoso arquitecto Santiago Calatrava.

Seguiremos bajando y pasaremos los Jardinets de Clara Campoamor y los de Ferran Soldevila a nuestra derecha. Son pequeños y nada del otro mundo, pero se agradece el poco de verde en medio de tantos rascacielos - 10 en concreto contando el rascacielos tumbado que es la Illa Diagonal - que está en este lado derecho de la Diagonal.

Uno de los rascacielos es el del Hotel Hilton de la cadena del mismo nombre. La heredera de este imperio hotelero, la multimillonaria norteamericana Paris Hilton, no ha confirmado si estará en Barcelona para vernos pasar por debajo de su casa. Si lo hace nos animará un poco verla. Es muy a menudo piedra de escándalo por sus exhibiciones y sus asuntos; asuntos no especialmente relacionados con las finanzas -que sería lo que le correspondería porque la niña es propietaria de más de dos mil hotelitos de lujo como este- sino por otras cosas. Cosas de la jet set.

Y a la altura del hotel veremos otro señalizador, a pesar de que este no está diseñado por Calatrava ni tiene nada que ver con el tráfico; será exclusivo para nosotros: el del km 8 del maratón.

Km 8 al 9

En la Diagonal, desde hace un rato, habremos visto unos raíles de tranvía. Pertenecen al Trambaix, un medio de transporte que pasa arriba y abajo por esta parte alta de la Diagonal-y también por la parte baja, por donde correremos más tarde- y que constituye una celebrada novedad. Bien, novedad del todo no es, porque más de uno tiene que recordar al verlos, que hace unos años -quizás son muchos y no habrá muchos maratonianos que los hayan visto porque la mediana de edad de los inscritos, si es como la del año pasado es de 41 años los hombres y 40 las mujeres- los tranvías eran el medio de transporte de superficie por excel•lència, hasta que, insólitamente, se abandonó su uso el año 1971.


Barracas de la Diagonal (años cuarenta del siglo XX)

Una observación: en este mismo lugar de la Diagonal donde estaremos ahora, donde está el Hotel Hilton precisamente, el lugar más moderno y de más glamour de Barcelona, era uno de los espacios de la ciudad donde hace años había barracas. En los años cuarenta, había en todos los distritos, y también aquí, aunque pueda parecer insólito, había. Ocupadas la mayoría por gente trabajadora que había llegado de otras zonas d’España huyendo de la miseria o de la persecución política de la posguerra, no encontraba vivienda y se ponía a vivir -es un decir- donde podía; sin agua corriente, sin luz...en casitas frágiles construidas con materiales encontrados por la calle. Estas de la Diagonal fueron derruidas el año 1952 porque se tenía que celebrar el Congreso Eucarístico y convenía dar buena imagen. Sus habitantes fueron trasladados a todo correr a Can Clos -todo esto que ganaron-, un barrio de Montjuic que se creó en cuatro meses.

Para no pensar en cosas tristes: al pasar corriendo por este lugar, nos vendrá a la memoria que al otro lado, a la esquina de la Diagonal con la calle Numancia, hubo los primeros estudios de TV3. Y nos sorprenderá que en un espacio tan pequeño como era la planta del edificio de Catalana Occidente ahora, actualmente un restaurante y un banco, pudieran hacer incluso programas como los de Club Súper 3, por ejemplo. Habrá que preguntarles como se lo hacían Arcadi Alibés, Xavi Bonastre, Artur Peguera, Enric Lopez Vilalta... que seguro que estarán corriendo el maratón o haciendo un reportaje.


La Illa Diagonal

Seguiremos avanzando y pasaremos por delante de la Illa Diagonal, un moderno edificio de color blanco, obra de Rafael Moneo, que de lejos y a medida que nos acercábamos veíamos que, en efecto, tiene la forma de un rascacielos tumbado en el suelo (parece ser que el arquitecto se inspiró en como sería el Rockefeller Center de Nueva York sí estuviera tumbado).

La Illa Diagonal, el complejo por delante del cual estamos pasando, es un lugar que siempre está a rebosar de gente dispuesta a gastar porque está lleno de tiendas. Desde una de deportes, muy grande, en la cual quien más quien menos nos habremos comprado algo, hasta una de inmensa en la cual seguro que también nos habremos llevado más d’un libro o un DVD, pasando por decenas de boutiques de lo más fashion, cafeterías, restaurantes....Un edificio, este, que es una invitación al consumismo y a la buena vida. Y se da la paradoja que está construido en los mismos terrenos del que fue el Asilo de San Joan de Deu para niños pobres de Barcelona hasta hace años. Actualmente trasladado a Esplugues, es un magnífico hospital de referencia mundial donde puede ir todo el mundo, pero a principios del siglo pasado, y según dicen los historiadores, para poder entrar hacían falta unos certificados de pobre de solemnidad y... de haber sido bautizado y confirmado.

Dejaremos la Diagonal y giraremos a la derecha al llegar a la Avenida de Sarriá al lado del edificio Atalaia, un rascacielos blanco de 21 plantas, donde hace unos años se produjo el asesinato de la dueña de uno de los pisos. Se conoce por el Crimen de la Atalaia , y no sé si se ha terminado de saber del todo lo que durando mucho tiempo estuvo rodeado de mucho misterio. Los restos de la señora fueron encontrados a la cabo de ocho días en un descampado de Sitges, después de desaparecer una hora más tarde de haber entrado en el edificio ante el cual pasaremos corriendo (nunca más bien dicho).

Y para explicar una cosa menos siniestra, en el mismo edificio había un restaurante en la última planta para gente guapa de Barcelona. El Atalaia se llamava. Tuvo que cerrar porque a pesar de que la vista era magnífica, los que iban, además de no comer casi nada (platos de diseño, ya sabéis), al recibir la cuenta se quedaban helados.

Bajando por la Avenida de Sarriá, al pasar por delante del Hotel Melià Sarriá, seguramente nos llamará la atención la enorme altura de 21 pisos del edificio. No porque no hayamos visto de más altos, y más que veremos, sino porque no es normal este tipo de construcciones en calles de la anchura de esta. Nuestra sorpresa estará justificada: hace años, una vez terminado el hotel, los vecinos estuvieron a punto de hacerlo derruir porque no cumplía las normas urbanísticas. No se salieron con la suya, pero el ruido que hicieron fue muy grande, y sirvió para crear una conciencia ciudadana desconocida hasta entonces por razones obvias – estamos hablando de los primeros años de los setenta - y para empezar a hacer entender a los que mandan que “todo no vale”.

Justo enfrente del hotel hay una plazoleta en honor del Dr Ignasi Barraquer, muy poco antes de la señal del Km 9. Una anécdota sobre este médico, miembro de una dinastía de oftalmólogos ilustres. Revolucionó las operaciones de cataratas, que extraía mediante una ventosa en lugar de una pinza como se venía haciendo hasta entonces. Y se explica que al presentarlo en un congreso internacional de médicos en Washington el año 1923, donde se discutían ambas técnicas, Barraquer, en medio de una gran expectación y para defender la suya, se puso de pie y dijo: "Señores, comparen la pinza de presión del cristalino con la uña de un gato, y mi ventosa con los labios de una mujer bonita. ¿Qué preferirían sentir ustedes en su mejilla?". Con estas palabras, la discusión se dio por terminada.

Km 9 al 10

Seguiremos bajando por la avenida de Sarriá, la misma calle por donde pasaron corriendo -como hacemos nosotros ahora, a pesar de que hacia arriba- cinco atletas que hicieron la primera cursa atlética que se celebró en Barcelona. Fue el 9 de diciembre de 1898, y la organizó el profesor Jaume Vila, de un gimnasio de la calle Duc de la Victoria, que la hizo junto con cuatro corredores más. Los cinco hicieron los 14 kilómetros de que contaba la cursa, desde delante edl gimnasio, tocando a Canuda, hasta la Plaza de Sarriá, ir y volver. Lo hicieron por un camino adoquinado, siguiendo el recorrido del tranvía que unía Barcelona con Sarriá, que entonces era un pueblo de las cercanías.


No se sabe si los atletas de la foto eran los que hicieron la 1ª cursa de Barcelona. Pero podían serlo

Para que la gente no los tomara por locos al verlos corriendo por la calle, la carrera empezó a las 5 de la madrugada y acabó todavía por la noche. No se sabe el nombre del ganador pero sí el tiempo en hacer los 14 kilómetros, que no está nada mal: 55 minutos. Y parece ser, por otro lado, que preparados como estaban, no se cansaron mucho. Las crónicas explican que al llegar al gimnasio, de vuelta, los cinco cogieron una bicicleta y se fueron a hacer un buen almuerzo...a Sitges.

Predecesores como son de nuestras cursas, quizás nos encontraremos los espectros de los cinco en el cruce de la Avenida de Sarriá con Diagonal, y quizás se quieran añadir a nosotros para disfrutar del gozo de correr una prueba mítica como el maratón.

Al final de la avenida iremos a parar a la calle de París, para cogerla girando a la derecha. No me pregunteis por qué, pero la calle Paris me gusta. Será que sus árboles son muy frondosos, o por lo que sea, pero a mí me gusta. Y no porque haya gran cosa que mirar, excepto el edificio de la Escuela del Trabajo al girar, o la Piscina de Sant Jordi. Unos apuntes: La escuela, construida el 1873 para la formación de los hijos de los obreros del siglo XIX, tiene el honor d’haber sido visitada el año 1923 por Albert Einstein. La piscina, inaugurada el 1966, es la primera olímpica cubierta, de 50 metros, que hubo a España.

Y por Paris cruzaremos la avenida de Tarradellas. Al cruce veremos el monumento abstracto a Josep Tarradellas, el político del “Ya soc aquí!”, presidente de la Generalitat en el exilio y más tarde en democracia, que era un maestro de las relaciones con el gobierno de Madrid. Y, se tiene que decir, un obseso en las formas, hasta el punto que ninguna colaborador suyo podía ir sin corbata, y ninguna colaboradora con pantalones; a ellos los quería encorbatados, y a ellas con falda. Se llama que con fama de tacaño, Jordi Pujol, su sucesor, tuvo que esperar un año y medio para que le pagara un tortel de cabello de angel que había perdido en una apuesta entre los dos. Atención, no querría que lo que he dicho resultara una frivolidad: Tarradellas fue un gran político y un estadista de pies a cabeza que hizo mucho por Catalunya. Cuestionado por algunos, pero admirado por muchísimos, entre los cuales me cuento. Que conste en acta.

El monumento al Tarra no sé si gustará a todo el mundo. Es de aquellos abstractos que, si no eres un experto -y seguramente aunque lo seas- cuesta interpretar el significado. El que si nos gustará y lo interpretaremos muy bien es la señal del Km 10, que la veremos a poco de pasar el monumento, en el momento de enlazar con Berlín

Km 10 al 11

Continuaremos por Berlín en busca de la calle Numancia después de haber encontrado un letrero tan bonito como el de los diez kilómetros. Miraremos el crono y empezaremos a hacer cálculos del tiempo en que podemos acabar; sí en 10 he hecho tanto, en 20 tanto, en 40 tanto... Lo haremos, pensando, ingenuamente, que se cumplirá el cálculo. Pero no, no se cumplirá. No quiero parecer negativo, pero no nos hagamos illusiones: las matemáticas no sirven para calcular el tiempo de un maratón. Vale más que no nos angustiemos y vayamos corriendo tranquilos.

Nos habremos havituallado en el entorno de donde estamos ahora. Hagámoslo, sobre todo, aunque no tengamos sed. Si en lugar de botellas d’agua nos dan vasos, a pesar de que sea más incómodo, hagámoslo. Creedme. (Uno tiene el síndrome de Pigmalión, y tiene tendencia, incluso en un escrito como este, a dar consejos. Disculpad).

Iremos a encontrar la plaza de los Paísos Catalans por la calle Numancia abajo, en la confluencia con la Avenida de Roma, cerca de la estación de Sants.


Así era la calle Aragón y la Avenida de Roma en los años 40

En este punto donde estamos ahora, años atrás se podía ver como pasaban los trenes, porque la Avenida de Roma y la calle Aragón no estaban cubiertos. ¿Cuántas veces, quién esto escribe y quienes sabe si algún ultraveterà que lo lea, no habrá visto, cuando era a un niño, el espectáculo del humo por las chimeneas de las máquinas invadiendo la zanja y la calle, o escuchado el silbato ensordecedor pero a la vez cálido, o también el tram-tram de las ruedas al pasar por las juntas de las vías? ¿Cuántas veces...? Quizás costará de creer, pero se tiene que decir que ir a ver pasar el tren por el lugar que ahora estamos pisando, era una de las diversiones de los niños de los años cuarenta.

Al llegar a la plaza de los Paísos Catalans no hay que entretenerse em mirar nada de la porque es una de las llamadas plazas duras y además está llena de barracones por las obras del Ave. Bien, si lo queréis, quizás sí que vale la pena fijarnos en el simpático Gato de Hierro que hay en el tejado ondulada de la plaza: el único ornamento que ha quedado en pie con los años (tampoco es que hubieran demasiadas filigranas antes).


Gato de Hierro en el tejado de la Plaza de los Paísos Catalans

El que haya un gato encima del tejado de una plaza tan fría como esta es todo un detalle. Casi insólito, humaniza un lugar que no tiene ningún atractivo sino todo el contrario Cuando lo inauguraron, lo recuerdo como si fuera ahora, había unos paneles metálicos en un lado de la plaza, con unos tiestos debajo para que se pudieran ensartar las rames y hojas de unas plantas. No arraigaron de ninguna de las maneras, y la plaza ha quedado sin ninguna brizna de humanidad, salvo los esquaters que hacen mil piruetas, y sin más poesía que la que inspira este gatito. Se ha dicho que al ponerlo, los arquitectos que diseñaron la plaza, Helio Piñón y Albert Viaplana, se inspiraron en el gato negro que hay en el famoso cuadro del pintor impresionista Edouard Manet, “Olympia, la modèle ave chat noir”, a los pies de la cama de la chica desnuda. Quizás sí, a pesar de que no se ver ninguna relación. Cómo sea, el impávido gatito nos dará suerte porque es de color negro; sabido es que mientras para algunos encontrarse un gato negro lleva mala suerte, para otros es sinónimo de felicidad. Incluso de fecundidad sí los novios lo ven el día de la boda, como en Inglaterra.

Bajando por la calle Tarragona pasaremos por delante del restaurante Peixerot a nuestra derecha –la sucursal del de Vilanova, que también hace unas paellas sensacionales-, y a la izquierda por debajo de uno de los rascacielos del complejo de viviendas de Roma 2000, construido a finales de los cincuenta por el mismo arquitecto del campo del Barça, Francesc Mitjans, en el mismo lugar que antes había un cuartel de artillería. Y justamente aquí, a la altura de este bloque de viviendas, y en el mismo punto donde empezó el maratón del año 1989, nos encontraremos el indicador del Km 11.

Km 11 al 12

La calle Tarragona es la frontera entre Hostafranchs, a la derecha de nuestro paso, y la Izquierda del Eixample (Ensanche), donde estamos para hacer unos cuántos kilómetros. No hace falta recordar que el Ensanche de Barcelona fue inspirado por el ingeniero Ildefonso Cerdà a mediados del siglo XIX a fin y efecto de agrandar una ciudad que ya no podía estrecharse más dentro de las murallas que la rodeaban. Lo diseñó en el espacio que había entre las murallas y los pueblos de las cercanías como Sants, Gràcia, Sant Martí y Sant Andreu, una gran extensión de terreno llano en el cual sólo había huertos porque estaba considerado zona militar, y hay que decir que le salió bastante lucido.

No se sabe si Cerdà tuvo en cuenta que años después de que se inaugurara l’Eixample correríamos el maratón por dentro de su plan, pero sin duda que la gran red de calles anchas, perpendiculares y largas que creó, con hileras de árboles a ambos lados, parece pensada porque esta locura nuestra sea posible hacerla con más comodidad que no por calles estrechas y tortuosas. No se sabe si lo previó, pero en cualquier caso, muchas gracias señor Cerdà.

Pronto veremos el Parc de l'Escorxador (Matadero) a nuestra izquierda, y la admirable y admirada escultura de Joan Miró, La dona i l'ocell (La mujer y el pájaro), un poco tapada por el cuartel de los Bomberos que s’ha ubicado aquí provisionalmente. Los vecinos cercanos se quejan porque, como siempre ocurre, no les hace gracia: dicen que afecta a la visión de la obra de Miró y resta espacio público, pero, mal pensado que es uno, me parece que la incomodidad radica en el ruido que hacen las sirenas.


"La dona i l'ocell"

Hablando de la obra de Miró, una observación particular: es obvio que el autor, obligado seguramente por las circunstancias de la época que la realizó (ya me entendéis), debió de bautizar el monumento como “La mujer y el pájaro” con un eufemismo (las guías de la ciudad decían, y todavía dicen: escultura de 22 metros que representa una forma femenina con sombrero y encima de este la imagen de un pájaro) porque cómo todo el mundo sabe, y lo confirmaremos al pasar por su lado, la escultura es un enorme pene. De bonitos colores rojos, amarillos verdes y morados –característicos del artista-, pero un pene como una casa. De mujer y de pájaro tiene muy poco.

Una observación sobre el Parque: los urbanistas que lo modelaron cuando dejó de ser el matadero municipal no podían suponer que el cuadrado que configura el espacio, que son cuatro manzanas del Ensanche (1.000 metros mal contados) seria un magnífico lugar para correr. No hay momento del día que no se vea a corredores y corredoras haciendo sus kilómetros de entrenamiento dando vueltas al cuadrado. Y uno sabe de uno que entrenó un maratón y todo.

La zona se denomina El Manhattan Barcelonés por los modernos rascacielos del lado derecho. Contrasta con el hecho que hace unos treinta años, cuando todavía existía el matadero, era un lugar donde era fácil cruzarse con el ganado que salía de los corrales -convertidos ahora en modernas oficinas de modernas empresas- camino de ser sacrificados.


El Matadero antes de convertirse en parque. Las Arenas al fondo

Giraremos a l’izquierda por la calle de Diputación pasando por entre medio del Parque y del complejo de las Arenas, la antigua plaza de toros el interior del cual fue derruido, pero una estructura especial mantuvo flotante la fachada para conservarla. Las Arenas, convertida desde hace poco en un moderno centro comercial, tiene un gimnasio con una pista circular exterior de tartan, de trescientos metros, desde la cual los socios tienen una visión panorámica de toda la ciudad mientras hacen footing (o hacen el entrenamiento para correr un maratón...). Una precisión: Las Arenas se construyó encima de un montículo donde ajusticiavan con horcas a los reos siglos atrás. Y debían de tener trabajo, porque había dispuestas nada más y nada menos que cinco.

Cruzaremos la calle Llançà y nos llamará la atención un moderno edificio de vidrio anexo a la plaza de toros. Lo qué faltaba para que el conjunto (plaza de toros estilo mudejar, dicen, y el edificio enganchado) resultara una chapuza para mi gusto. Abandonaremos la calle de Diputación cogiendo la siguiente calle, la de Vilamarí, haremos cien metros para llegar a la Gran Vía - abreviatura del oficial Gran Vía de les Corts Catalanes que nadie denomina nunca así – de la cual haremos un par de kilómetros hasta el Paseo de Gràcia y más tarde nos la volveremos a encontrar en el Km 24, porque, no em vano, es la calle más larga de la ciudad. Y a l’a altura de la calle Entença, veremos el indicador del km 12.

Km 12 al 13

Los nombres de las calles que atravesamos por la Gran Vía mientras hacemos este kilómetro tienen una característica común especial: corresponden todos, uno tras otro, a personajes insignes de la Historia de Catalunya. ¡Poca broma!: Entença, Rocafort, Calabria, Viladomat, Borrell, Urgell, Villarroel, Casanova y Muntaner ¡Poca broma! En este kilómetro, extremadamente llano para nosotros a fin y efecto de que nos sea muy placentero hacerlo, nos encontraremos desde un capitán de los almogávares como Berenguer de Entença, hasta defensores de la ciudad de Barcelona como Rafael de Casanova.

Estarán todos los proceres vitoreándonos -al menos su espíritu- en los cruces de la Gran Vía. Y si estamos atentos a las vibraciones que nos transmitan, disfrutaremos de un honor más que se añadirá a la retahíla de emociones que estamos experimentando esta mañana de marzo de 2013.

Una peculiaridad: durante la época en la cual se cambiaron muchos nombres de las calles y plazas, los de estos ilustres personajes no nos los tocaron. Únicamente castellanizaron el de Urgell por "Urgel" (¿quizás porque era la calle más ancha de todas y se hubiera visto demasiado?) pero el resto no nos los cambiaron, lo cual es de agradecer. Incluso, al de Borrell no le sacaron la última ele. No en reconocimiento, los organizadores han pensado que en este lugar de la Gran Vía puede ser un buen lugar para recibir una esponja para remojarnos (Km 12,5), y así será. 


La Casa Golferics a punto de ser derruida. (Años setenta)

A la izquierda de nuestra marcha, en la Gran Vía, hay dos interesantes edificios: el de La Casa de la Lactancia, pasado la calle Calabria, y algo más adelante, La Casa Golferics, a la esquina con Viladomat. El primero no lo veremos porque están rehabilitando la fachada. Es una lástima porque es un edificio modernista de buen ver. Fue un centro de beneficencia con la misión de repartir “leche entre los niños de las familias pobres”, que se construyó a primeros del siglo XX. Ahora es un geriátrico. El segundo, La Casa Golferics, conocida también como El Xalet , es una bonita villa modernista que fue construida en 1901 para vivienda de un señor forrado de dinero , de nombre Macario, que comerciaba con maderas (quizás por eso la casa tiene tanta). El Xalet las ha pasado de todas: Macario Golferichs y su familia vivieron unos años; los negocios menguaron y se la vendió a las Dominiques de la Presentación que la convirtieron en una escuela religiosa. Durante la guerra, las Juventudes Revolucionarias la confiscaron para hacer una universidad popular. Acabada la guerra, las monjas la recuperaron, y en los años setenta se la vendieron a Nuñez y Navarro para hacer pisos (ya se sabe que esta constructora tiene auténtica obsesión por los chaflanes). Estuvo a punto de ser derruida, pero los vecinos del barrio hicieron una intensa campaña para evitarlo. Lo consiguieron, y desde el 1989, después de ser restaurada, la Casa Golferics es un centro cívico extremadamente activo. Es muy agradable de ver: recomiendo darle un vistazo al pasar corriendo, por más rápido que se vaya por este punto de la Gran Vía.

Otra curiosidad que constataremos al pasar: la Gran Vía es una calle donde hay muchos geriátricos para la gente mayor en los pisos de las primeras plantas -los principales se les dice en el Ensanche- de muchas casas. Es casi seguro que veremos más de un anciano o de una anciana que estará en la ventana viéndonos correr, emocionados; casi tan emocionados cómo cuando hay alguna manifestación ciudadana por esta misma calle y se les ve sacando la cabeza para celebrar el paso.

Lo que no veremos, porque sólo están los días antes de Reyes, es la Feria de Nadal que se instala a ambos lados de casi todo el tramo de la Gran Vía que estamos haciendo. Hay que mencionarla porque durante aquellos días le dan un sabor especial y la echaremos de menos. A pesar de que se tiene que decir que ya no es tan entrañable como era hace años, cuando en lugar de los objetos de artesanía que es lo que hay ahora mayoritariamente, lo que sí se encontraban eran toneladas de juguetes el día 5 de enero, hasta altas horas de la madrugada, para los reyes atrasados.


Gran Vía. (Primeros del siglo XX)

Una cosa que se tiene que decir es que durante el maratón, y especialmente al pasar por la Gran Vía, podremos apreciar un elemento muy característico de la ciudad: los plátanos a ambos lados de la calzada. Unos árboles que suponen un extraordinario complemento a l’armonía arquitectónica del Eixample por donde estamos corriendo. Verlos durante tanto rato del recorrido, de seguro que nos ayudará. Y estaremos de acuerdo con el famoso arquitecto y urbanista barcelonés, Oriol Bohigas, cuando dice: “No hay duda que las mejores imágenes de Barcelona incluyen el esplendor primaveral de la arboleda del Ensanche cuando se transforma en interminables túneles verdes.”

Y así, por un túnel tan agradable, llegaremos fácilmente, como aquel que dice, al indicador del Km 13, que nos lo encontraremos al llegar a la calle Muntaner, pasado’ el Aribau Club, un cine que ha tenido, por cierto, varios nombres. Cuando lo inauguraron le pusieron Doré. Pero al acabar la guerra, a los sensores les debería de parecer una palabra catalana y lo cambiaron por Dorado. No sabían, o nadie se lo dijo, o si se lo dijeron no hicieron caso, que el primer nombre era un homenaje al famoso dibujante francés Gustave Doré.

Km 13 al 14

Por la Gran Vía donde venimos –no sé si habiendo hecho un tercio del maratón ya hemos empezado a embalarnos- habremos pasado el Km 13, y algo más allá nos encontraremos con la Universidad, en la plaza que le da nombre.

El edificio de esta antigua universidad, en la que todavía se imparten algunas carreras como las de Filología y Matemáticas, es obra del arquitecto Elies Rogent. Se acabó de construir el año 1870, a pesar de que la Universitat de Barcelona, como institución, fue fundada l’año 1450 -es decir que existe desde hace cientos de años-. Pasa, pero, que estuvo ubicada en varios lugares: en la calle de Carme, desde donde se trasladó a la Plaza Universidad por donde estamos pasando, o mucho antes en la Rambla, en el edificio del que ahora es el teatro Poliorama, desde dónde, en el 1714, y para estar cien años, fue enviada por Felipe V un poco lejos: al pueblo de Cervera.

Para mi gusto, la fachada de la Universidad es muy austera y sin mucho atractivo, pero su interior (hoy no entraremos a verlo porque estamos en otro asunto) es extraordinario. El paraninfo es magnífico, y tienen mucho encanto los jardines, el claustro, e incluso las mismas aulas por donde han pasado ilustres personajes de la cultura. Un elemento muy apreciado de la Universidad es su biblioteca: es la tercera de España en número de libros incunables. tiene 783, noventa uno de los cuales no se encuentran en ninguna otra biblioteca del Estado, y cuatro de ellos son únicos en el mundo. El más antiguo que conserva fecha de 1465.


 Una cursa pasando por delante de la Universidad. Año 1916

A pocos metros, y pasado la calle Balmes, que cierra la relación de calles con nombres de insignes catalanes que hemos ido cruzando desde la plaza España -después de los escritores Muntaner y Aribau y el mismo Balmes, también escritor, filósofo, político, cura y no sé cuántas cosas más-, veremos, un poco escondido, un monumento abstracto compuesto por ocho barras metálicas en medio del paseo de la izquierda de la Gran Vía. Fue erigido no hace mucho en memoria de las víctimas de un trágico bombardeo que tuvo lugar durante la Guerra Civil aquí mismo. Bien, aquí mismo no; un poco antes: en la esquina de Gran Vía con Balmes. No se ve muy bien, medio oculto por los árboles, justo ante el cine Coliseum.

El Coliseum s’ha convertido en teatro. Se inauguró el 1923 como cine, y a pesar de que se proyectaban películas de todo tipo, uno no puede evitar asimilarlo con aquel que hace años estrenaba casi siempre pelis de romanos como Sansón y Dalila, Los diez Mandamientos, Cleopatra, u otras por el estilo, que eran anunciadas con miles de bombillas en la fachada rodeando los carteles con las caras de los protagonistas. Y hablando de cine, una curiosidad: el tramo de la Gran Vía por el cual estamos haciendo este kilómetro es el trozo de calle donde ha habido más cines de Barcelona por metro cuadrado. Concretamente, se han construido diez a lo largo del tiempo, de los cuales quedan dos. Los dos, por cierto, al lado izquierdo de nuestro camino: el Coliseum y el Comedia. 


"Toro meditando" . Gran Vía - Rambla Cataluña

Algo más allá cruzaremos la Rambla Catalunya. Si hace buen día y miramos de reojo a la izquierda veremos el Tibidabo arriba del todo; y si no y en cualquier caso, en primer término, una pequeña escultura de arte no figurativo de un humorístico "Toro meditando". Es una de las llamadas “esculturas irónicas” de Josep Granyer. Esta del toro que está pensando dicen que ironiza sobre la famosa escultura “El pensador” de Rodin. Hace unos años, en noviembre de 2006, la policía pilló tres ladrones que la habían desmontado del pedestal y la cargaban a una furgoneta. Al cruzar la Rambla, bordeando una pequeña fuente circular con cuatro angelitos encima de unos delfines, obra de Frederic Marès -un escultor que tiene muchas piezas en Barcelona - si miramos a la derecha, veremos un poco de la Plaza Cataluña. (Más tarde, en el km 37 la veremos mejor...o peor, dependiendo de como lleguemos)

Dejaremos la Gran Vía al llegar al Paseo de Gràcia, por donde giraremos a la izquierda, donde hay otra fuente circular, mucho más grande que la anterior pero sin ningún interés durante el día (por la noche está iluminada y luce más). Al girar, vale la pena mirar a otra singular escultura que hay a la izquierda y que es el Homenaje al Libro. Un libro medio abierto, inspirado por el poeta transgresor Joan Brossa, que él denominó "Poema Visual". Quizás veremos algún libro de verdad depositado por alguien encima de la base, porque el lugar ha sido uno de los preferidos por los amantes del book crossing (cómo se sabe, una costumbre urbana que consiste en dejar un libro en cualquier lugar de la ciudad para que otro lo coja y lo lea). Está al final de los Jardinets de la Reina Victoria, un pequeño parterre entre Rambla Cataluña y Paseo de Gracia por el lado del cual pasaremos, y ante el Cine Comedia, un suntuoso edificio que fue un palacio en principio, más tarde un teatro, y finalmente una sala multicinema.

A propósito del Comedia: cuando era un teatro, representaron “La Ratonera” de Agatha Chistie, l’obra que hacen en Londres desde hace 58 años en el mismo local. Ella vino al estreno poco tiempo después de haberse casado en segundas núpcies con un arqueólogo, y aquí, en Barcelona, dijo una frase sobre su matrimonio que resultó célebre: “Me casé por una razón: las mujeres que se casan con un arqueólogo tienen mucha suerte: cuanto más años hacen, más gustan a sus maridos”. Agatha Chistie (1890-1976), ”la reina del crimen" Recordar la ingeniosa señora que escribía novelas policiacas como nadie nos irá bien. Sí, porque durante los últimos kilómetros hemos ido bajando y llaneando, pero ahora se habrá acabado tanta placidez y empezaremos una subidita, aunque muy suave, por el magnífico y señorial Paseo de Gràcia, la calle donde vivía la alta burguesía catalana de principios del siglo XX, y en la cual el modernismo está muy presente como iremos viendo.

Y subiendo por el paseo, a la altura de la calle Consell de Cent, bajo una de aquellas farolas empotradas en unos bancos de piedra que todos decimos que son obra de Gaudí pero que no lo son, encontraremos el Km 14.

Km 14 al 15

El Paseo de Gràcia por donde estamos subiendo, es el epicentro de la derecha de L’Eixample, el espacio urbano en el cual habremos entrado a partir de la calle Balmes hace un momento, que lo divide. La parte izquierda es donde se construyeron los servicios de la ciudad (Hospital Clínico, Bomberos, Carcel Modelo...) desde que en Cerdà lo diseñó, y la parte derecha... bien, la derecha es la derecha en todas partes, y las mejores viviendas y edificios de la época están a la derecha de l’Eixample. Y todavía ahora, el metro cuadrado más caro de Barcelona está aquí, en este lugar donde justamente estamos corriendo.

De siempre, el Paseo de Gràcia ha sido una calle que da prestigio a quien se instala en ella. Lo saben muy bien la gente de la moda y por eso están presentes las boutiques de las mejores marcas, desde la de Loewe hasta la de Armani pasando por la de Chanel, Ives Saint-Laurent, Hermes, Valentino..., todo el glamour del mundo se concentra aquí. Unas marcas, por cierto, que a pesar de que hacen descuentos por las rebajas de enero -hasta el 50% y todo, como todo el mundo- no acostumbran a publicitar-las mucho. Lo hacen de una manera muy discreta, sin que se vea en los escaparates, ya se sabe, como es debido hacerlo para la alta burguesía...

En este maratón, será un privilegio poder correr por las calzadas centrales de muchas calles en lugar de los vehículos. Ya lo hemos dicho antes. Por el Paseo de Gràcia también, y lo haremos precisamente por el mismo espacio donde los burgueses de principios del XX paseaban mientras se miraban y se dejaban mirar, hasta que los coches los echaron. Nosotros, al menos por un día, nos vengaremos de aquello que les hicieron.

En el tramo que estamos haciendo por el Paseo de Gràcia veremos las muestras más apreciadas y significativas del modernismo catalán. Además de los espléndidos y característicos bancos y farolas del paseo -diseñados por el arquitecto Falquè pero a menudo atribuidos erróneamente a Gaudí por su estilo - nos encontraremos, a la izquierda, a pocos metros de la señal del Km 14, con los edificios de las magníficas Casa Lleò Morera, Casa Amatller y Casa Batlló, que forman parte de la famosa Manzana de la Discordia , cien metros de verdadero centro simbólico del Modernismo.



Un apunte: se le dice Manzana de la Discordia como referencia a una pelea entre tres bellas mujeres que, según la mitología griega, hizo estallar la Guerra de Troya. En este punto del Paseo de Gràcia por donde estamos pasando -mirando de reojo las tres casas para relajarnos- sucedió lo mismo cuando se construyeron: los que tenían que ser propietarios querían tener mejor vivienda que el vecino para mostrar que tenían más dinero. Y así, Lleò Morera, que era un labrador muy rico, se lo encomendó a Domenech y Montaner; el señor Amatller, un fabricante de chocolate, a otro ya famoso arquitecto, Puig y Cadafalch; y el señor Batlló, fabricante de tejidos, nada más y nada menos que a Antoni Gaudí. Y ocurrió, también, que los tres arquitectos rivalizaron a muerte entre sí para ver quién era el más sofisticado e ingenioso. Y ciertamente, el resultado fue que las tres casas son verdaderas obras de arte. Nos irá bien, de reojo aunque sea, hacerles una mirada mientras subimos.

De las tres casas, la que resultó más lucida para todo el mundo, es la última, la Casa Batlló (lástima que al lado mismo, tocando a Aragón, tiene enganchada una de vulgar, más alta, que le resta perspectiva). Lo mejor, especialmente, es su fachada, el significado de la cual ha sido siempre motivo de discusiones. Algunos que entienden dicen que el objetivo de Gaudí fue edificar una loa a la leyenda de Sant Jordi, de forma que la parte de arriba sería el lomo del dragón; la torreta simbolizaría la lanza del guerrero; y los balcones de hierro representarían los restos de las comidas del dragón vencido. Hay que ver la de cosas que ven los expertos, porque otra versión dice que es una alegoria de la fiesta del Carnaval: la azotea sería un sombrero de un arlequín; los balcones, las máscaras de baile; y la cascada multicolor de cerámica de la fachada sería el confetti de la fiesta. Casi nada!

Por cierto, como delante de estas casas siempre hay un montón de turistas japoneses haciendo fotografías de todo lo qué se ve y lo que no se ve, no sería nada d’extraño que aficionados cómo son a los maratones, también nos hicieran más d’una a nosotros mientras pasamos..

Y siguiendo hacia arriba nos toparemos con otro icono de la ciudad: La Pedrera, obra que Gaudí realizó entre 1906 y 1910 por encargo de la familia Milà (parientes de Mercedes Milà del Gran Hermano), considerado como uno de los más imaginativos edificios de la arquitectura mundial, porque más que una casa de viviendas es una escultura; una armoniosa escultura de piedra ondulante sin ninguna línea recta, reconocida por la Unesco como “Patrimonio de la Humanidad”.


 La Pedrera

Se tiene que decir, pero, que La Pedrera fue muy criticada en la época en que fue construida. Se explican anécdotas –quienes sabe si del todo ciertas - como la del político francés Clemenceau, que al verla volvió hacia París sin ni siquiera pronunciar la conferencia para la cual había venido, y al llegar a Francia esparció la leyenda de que en Barcelona se construían “maisons pour des” dragoons (casas para dragones). O como la de los dolores de cabeza de una inquilina por querer poner un piano en el piso y no poder hacerlo por la carencia de paredes rectas– lo cierto es que no no ay ni una y no se puede colgar ni un cuadro - que le sirvió al poeta Josep Carner para escribir un verso ironizándolo:
 
"En Gaudí mira el saló amb aquella atenció.
Ressegueix tots els indrets i mesura les parets.
D’un brocat alça les gires i separa cinc cadires.
I aleshores, somrient, va movent el cap d’argent.
La senyora, esperançada, va a saber-li l’empescada.
“- Tanmateix, senyor Gaudí! Digui, digui, ja pot dir.”
Don Antoni, amb la mà dreta, es rascava la barbeta.
“- És vostè, diu molt atent, qui es dedica a l’instrument?”
La senyora que li explica “- Oh, veurà, toco una mica.”
I va dir el senyor Gaudí: “- Doncs miri, toqui el violí.”
 
("Gaudí mira el salón con aquella atención.
Recorre todos los lugares y mide las paredes.
De un brocado alza las giras y separa cinco sillas.
Y entonces, sonriente, va moviendo la cabeza de plata.
La señora, esperanzada, trata de convencerle.
"- Sin embargo, señor Gaudí! Diga, diga, ya puede decir. "
Don Antonio, con la mano derecha, se rascaba la barbilla.
"- Es usted, dice muy atento, quien se dedica al instrumento?"
La señora que le explica "- ¡Oh, verá, toco un poco."
Y dijo el señor Gaudí: "- Pues mire, toque el violín.")
 

Pasada La Pedrera, al llegar a la calle de Rosselló dejaremos el Paseo de Gràcia y giraremos a la derecha. Justamente al girar, al chaflán del Paseo con Rosselló, hay la joyería de lujo Pomellato, que hace unos años era un restaurante de los más antiguos de la ciudad. Abrió las puertas a principios del siglo XX con el nombre de La Puñalada, y se dice que los dueños le pusieron así porque los precios de los platos eran muy caros, y quisieron, humorísticament, advertirlo a los posibles clientes. Como sea, el local se convirtió en uno de los más concurridos de la Barcelona de entonces, donde se reunían los intelectuales de la ciudad para hacer tertulia, al frente de la cual Santiago Rusiñol, el famoso poeta, pintor, escritor y dramaturgo, autor del "Auca de los Señor Esteve".

Avanzaremos por Rosselló atravesando la calle del eclesiástico Pau Claris, y a continuación, al cruzar La Diagonal, nos encontraremos con un indicador importante, bonito, de un número que ilusiona quiero decir: el del Km 15.

Km 15 al 16
 
Atravesaremos por Rosselló la calle de Llúria en la confluencia con la Diagonal. A propósito de Llúria, tenemos que decir que nosotros (de igual manera que hacen los ganadores de las guerras; es decir que “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra...”) catalanizamos el nombre de este almirante de la Corona d’e ragón y Catalunyaa de rigen calabrés. Cómo que conquistó muchas tierras nos lo hicimos nuestro. Se decía "Rogerio de Loria". Le pusimos "Roger de Llúria" y así se ha quedado. Mejor dicho, se ha quedado "Llúria" básicamente. Lo cierto es que lo honoramos con una calle (y con una señal quilométrica del maratón cerca!), pero por lo que dicen sus biógrafos, era un elemento de cuidado.

Al cruzar La Diagonal pasaremos por delante de otro espectacular edificio de Barcelona a nuestra derecha: Can Terrades, la casa de las tres hermanas Terrades, denominada popularmente la Casa de les Puntxes (La Casa de los Pinchos), que ocupa toda una mansana. La obra es de Puig y Cadafalch y se la conoce de siempre así por   las torres de su tejado. En su momento fue la residencia de tres hijas de un banquero, que se las quiso dejar como parte de su herencia.


Cómo que pasaremos corriendo no nos podremos fijar demasiado, pero llaman la atención el plafones de cerámica de colores que hay a la fachada con temas patrióticos. El más significativo de todos es precisamente el de la calle Rosselló, con un Sant Jordi y una franja que dice textualmente: "Sant Patró de Catalinya: Torneunos la Llibertat" (“Santo Patrón de Cataluña, devolvednos la libertad”). Extrañamente, el letrero no fue eliminado por los censores de la posguerra y estuvo en su lugar durante toda la dictadura; quizás porque consideraron que tenía connotaciones religiosas... o porque está muy arriba y no lo vieron.

Seguiremos por la calle Rosselló e iremos hasta Cerdeña, donde nos encontraremos el indicador del Km 16, llaneando en todo el kilómetro.

Atención: es verdad que por este lugar, y por otros muchos del circuito, se llanea. Nos daremos cuenta, corriendo por Barcelona, que la ciudad está llena de desniveles para superar lo que eran los cauces de los torrentes y rieras. Nos daremos cuenta –en coche no se nota- que el Eixample se construyó y urbanizó sobre un llano que estava lleno de los mismos. De tal manera que alguno de ellos, especialmente las “ramblas” y los “paseos”, y no digamos las calles que llevan el nombre de "Torrente de...” o "Riera de...”, lo eran.


Barcelona estuvo llena de rieras y torrentes hasta el siglo XVIII

Bien, a lo que voy es que algunas calles tienen un desnivel (ligera bajada y ligera subida que conforma el cauce) al acercarse y al superarlo. Nada importante, casi imperceptible, pero que en algunos casos nos puede extrañar el comprobar que en un tramo que nos parece llano, el reloj nos marca unos segundos más de la cuenta (a pesar de que nos parezca que mantenemos el ritmo) por los pequeños toboganes que puede haber. Quiero decir que nos marque más tiempo que el de otro tramo que realmente sea absolutamente plano.

De torrentes, rieras y riachuelos había unos cuantos en Barcelona hasta los siglos XVIII-XIX, y algunas calles transversales y paralelas al mar tienen ligeros desniveles, aunque nos parezcan planas . Sí corremos tantas horas como hoy, cualquiera de estas pequeñas desigualdades que se forman en lo que en un día fueron los cauces por donde pasaba agua, suponen pequeñas bajadas y subidas. Conviene tenerlo en cuenta: hoy correremos por encima de unas cuántas; algunas ni las notaremos, pero están.

Esto es hace patente en el enclave de Rosselló–Paseo de San Juan. (De hecho, el nombre del paseo le viene porque antiguamente pasaba la Riera de San Juan). Muy suave el tobogán, pero existe. No hay que decir aquello de que “El que avisa no es traidor” porque casi no se nota...pero existe.

Km 16 al 17

Ahora me doy cuenta que a pesar de que he dicho en algún momento que al correr un maratón no nos hemos de preocuparnos de la marca -especialmente los que lo hacen por primera vez- en el kilómetro anterior no he hablado de otra cosa que del tiempo que se puede perder por culpa de los pequeños desniveles del suelo de Barcelona. No me hagais demasiado caso: está visto que esto del crono es una pesadilla...Pero quizás nos puede servir incluso de entretenimiento -que siempre es bueno en una prueba tan larga- el ver sí podemos apreciar, mientras corremos, sí hay o no desniveles en las confluencias del circuito.

Bajaremos, pasado el Km 16 por la calle de Cerdeña, y a punto de llegar a La Sagrada Familia, la intuiremos por la cantidad de guiris que encontraremos acercándose, embobados por lo que les han explicado que verán. Irán como ciegos; algunos nos aplaudirán al pasar, pero la mayoría estarán sublimados por la emoción que les espera, como es el ver la épica obra de Gaudí, ausentes a nuestra épica. A continuación tendremos a nuestra izquierda La Sagrada Familia, la obra más representativa de Antoni Gaudí iniciada el año 1882, todavía inacabada...y va por largo.

La Sagrada Familia tiene una calidad arquitectónica espectacular, y es un edificio – si se puede decir así- que te deja boquiabierto a pesar de las muchas de veces que  hyas pasado  por delante. Y a nosotros, hoy, que pasaremos corriendo tan cerca, de seguro que volverá a impresionarnos; no sé si tanto como a los miles de extranjeros que hay cada día mirando hacia arriba, pero. La obra ha sido alabada por todo el mundo, a pesar de que  hay a quien le resulta extraña, tètrica, lúgubre...poco de acuerdo con lo que se espera de un templo. De todos modos es lo que debía de pretender el mismo Gaudí -un hombre del cual se dice que era taciturno y de obsesiva religiosidad - porque poco antes de su muerte le dijo a su amigo y biógrafo Joan Bergós unas cosas que me parecen muy significativas. Fijémonos: “Puede ser que alguien encuentre demasiado extravagante esta fachada de La Pasión, pero querría que llegara a dar miedo, y, por tal de conseguirlo, no escatimaré el claroscuro, los elementos salientes y los vaciados, todo lo que resulte del más tètrico efecto.”



Imágenes de Subirachs a la Sagrada Familia

La Sagrada Familia es impresionante. También es desigual. Lo es debido a la intervención de diferentes arquitectos y escultores que ha tenido su construcción a lo largo de más de cien años. Las imágenes y figuras del escultor actual, Josep Maria Subirachs, encargado de hacer las de la fachada desde 1987 -que trabajó y vivió en una pequeña y modesta vivienda del interior del propio templo, de igual manera que lo hizo  Gaudí- han sido siempre muy discutidas. Algunos le critican las formas cubistas de las esculturas, muy alejadas de la idea original. Incluso, dicen, con la inclusión de la figura del mismo Gaudí en un lugar de la fachada. También hay quién opina que Subirachs ha captado el dramatismo y la visión nacionalista y catalanista que quería Gaudí – las torres dicen que recuerdan los castellers - como se aprecia en la puerta principal del templo, donde figura un plafón con el poema del libro "La Pell de Brau"  de Salvador Espriu:

"A veces es necesario y forzoso
que un hombre muera por un pueblo,
pero nunca tiene que morir todo un pueblo
por un hombre solo".

Tendremos tiempo suficiente para juzgar una vez más todo ello, porque por muy rápido que sea nuestro ritmo, veremos muy bien el imponente monumento durante un rato.

Bajaremos por la calle Cerdeña hasta la de Valencia, y después de girar, pasada la calle de Padilla -el nombre del cual honora un aristócrata de Castilla del siglo XV que, sin ninguna relación con Barcelona no se sabe porque tiene una calle a su nombre-, encontraremos el indicador del km 17.

Km 17 al 18

En la calle de Valencia, catorce metros más allá del indicador del Km 17, no será extraño que hayan muchas señeras para coincidir con el 17.14. Nos emocionará y seguiremos.

Lo haremos recordando, a propósito de la monumental obra de la Sagrada Familia, que hubo una buena controversia cuando se construían las vías del Ave por debajo de la calle por donde estamos corriendo. Entretenernos al pensarlo nos puede ayudar a aligerar la dificultad de conseguir nuestra particular obra de hoy. Hubo mucha gente que decía que tenía miedo porque podía afectar los fundamentos del templo. Los técnicos aseguraban que no pasaría nada. Los vecinos, pero, no lo creían así, y algunos decían que sólo faltaría que cayera por culpa del túnel y tubiéramos de esperar 150 años más para verla acabada.

También nos puede ayudar el recordar – especialmente los que la hayan hecho alguna vez  - que en este lugar se celebra la Milla Sagrada Familia. A pesar de que no es una prueba propia de fondistas, no sería de extrañar que hubiera alguno de los que corren hoy que haya participado. Y en cualquier caso, vale la pena decir que es una carrera que se hace cada año en abril, por la Fiesta Mayor del barrio, y desde hace veinticuatro. más de 2.000 corredores y corredoras corren las diversas millas que se hacen, para todas las edades y categorías, en un circuito al entorno a las tres manzanas que forman el Templo y las plazas Sagrada Familia y Gaudí, que incluye dos subidas por la calle Sicilia.



 Relojería a los Encants Nous. Año 1935

En mitad de este tramo de la calle Valencia, entre la calle Cartagena y Dos de Mayo veremos a nuestra derecha un curioso edificio de varías casas de vecinos, los bajos de las cuales albergan un mercado de todo tipo de objetos para el hogar, ropa, herramientas...donde se pueden encontrar algunos chollos. Se denominan Els Encants Nous (Los Encantes Nuevos) -no confundir esta galería comercial con Los Encantes Viejos que están bastante más abajo, a la intemperie, en la Plaza de Les Glories- y están aquí desde hace más de setenta años. Bastante decadente actualmente, puede decirse que fue una de las primeras de las superficies comerciales que existieron en Barcelona; un tipo de Illa Diagonal, vaya, que tenía mucho éxito en mitad del siglo pasado. Incluso tiene una parada de metro de la línea 2 con su nombre, "Encants".

Avanzando, casi al final de este kilómetro por la calle Valencia, llegando en la Meridiana, algunos recordaremos que por este mismo punto pasamos en noviembre cuando corremos una cursa histórica y entrañable: la Cursa Popular del Clot-Camp de l'Arpa. Histórica porque hace más de 30 años que se celebra, y entrañable porque es una de aquellas pruebas populares de barrio, donde todos los vecinos ponen el cuello para que salga bien...y hace más de 30 años que lo consiguen!


No seguiremos por la calle Valencia cuando encontramos la Meridiana como lo hacemos en la Cursa del Clot-Camp de l'Arpa. Abandonaremos la calle cuando lleguemos a la avenida y la cogeremos  a la izquierda, para encontrarnos al cabo de cien metros con la señal del Km 18.

Km 18 al 19

Al empezar nuestro recorrido por la Avenida Meridiana, habremos dejado el barrio del Clot y entraremos al pequeño barrio de Navas del distrito de Sant Andreu. La zona no se empezó a urbanizar hasta acabada la guerra. pasaba el tren por el medio y tardó tiempo a que hubieran casas; había, pero muy pocas.

Uno de los edificios que veremos y nos llamará la atención será el de la Parroquia de San Juan Bosco, a la izquierda de nuestro paso, pasada la calle Vizcaya y en plena Meridiana. Es una iglesia de hace unos cuarenta años, que tiene una construcción bastante original como veremos: una mezcla de un tipo de pirámides de diferentes medidas, con tejados de chapa. No se sabe si la singularidad de la iglesia de San Juan Bosco, fundador de los salesianos, es debido al poco convencional que era el santo. Un santo atípico, diríamos, porque era muy aficionado a la magia. Se explica que cuando todavía era un niño iba a las ferias de los pueblos a ver los ilusionistas. Y tuvo más de un problema con alguno porque los descubría el secreto de los juegos de manos, no quiere decir que fuera por intervención divina. Pero, como sea, hace cosa de cincuenta años lo nombraron patrón de los ilusionistas. Le dieron faena, porque ya era patrón del cine y del Cuerpo de Especialistas del Ejercito de Tierra.

Siguiendo por Meridiana (iba a poner subiendo, pero no; quizás es por un efecto óptico, pero la Meridiana es bastante llana) veremos a la izquierda un conjunto de casas baratas llamadas popularmente “Las casas del Gobernador” . Fueron construidas por la  Obra Sindical sobre el solar de una antigua bóbila e inauguradas poco después de acabarse la guerra por Antonio Correa, uno de los primeros gobernadores de Barcelona de aquella época de aciaga memoria.


 El gobernador Correa saludando unos niños. Año 1941

Si no las vemos no nos habremos perdido nada. La referencia ha sido sólo para poder hacer un poco de cotilleo y decir que, del señor gobernador civil se explicaba cosas de todos colores; la más benigna era que los domingos iba nada más y nada menos que a tres misas: a las once, a las doce y a la una. Algunos decían que lo hacía porque era muy religioso, pero otros -los que más- opinaban en voz queda -muy baja en aquella época- que como que le gustaba mucho salir e los diarios, lo hacía para que apareciera su foto, cuanto más veces mejor, en la prensa del lunes. El historiador Javier Tébar, en su libro "Barcelona, años azules", lo describe como un hombre peinado con brillantina, ultracatólico, soltero, misogino recalcitrante, guerrera blanca o negra, camisa azul, boina roja y siempre acompañado del bastón de mando como señal de "ordeno y mando".

Y justamente junto a las casas del Gobernador, al cruce de La Meridiana con la calle de Felip ll –un rey de España del siglo XVl a quien, a pesar de que se casó cuatro veces, denominaban “El Prudente”; disculpad el chiste- , encontraremos el indicador del km 19. Ya sé que todavía falta mucho para acabar el maratón, pero la mitad -la media- la tenemos cada vez más cerca, y a partir de entonces, todo será restar! Para celebrarlo, y teniendo en cuenta que cien metros más arriba del indicador pasaremos la calle Garcilaso de la Vega, quizás es momento de recordar el comienzo de un soneto de este poeta, considerado como el primer poeta humanista en lenguaje popular. Es de esperar y desear que a nadie le encaje este verso en este momento de la prueba...

"Cuando me paro a contemplar mí estado
y a ver los pasos miedo dó me ha traído,
hallo, según miedo don anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado".


Km 19 al 20

Seguiremos subiendo por la Meridiana (qué manía!: seguiremos llaneando) y en la lejanía divisaremos la Sierra de Collserola, y muy cerca, en la misma Meridiana, el Hipercor.

Ver la montaña nos dará paz; ver los almacenes nos dará rabia. Sin querer, recordaremos un terrible  atentado de hace años. Vale más no pensar en los muertos que hubo. Dejémoslo. Sí mí he referido a elo es porque, quieras o no, no nos podemos sustraer a un hecho escalofriante que ocurrió tan cerca de por donde pasaremos, por más que hoy sea un día de fiesta para nosotros. Todo, lo más bonito, y lo más feo, configura nuestra ciudad. Todo, lo más noble, y lo más aberrante, conforma nuestra sociedad.

Decía que lo dejáramos, que no pensáramos en los muertos que hubo, pero quizás, más de uno, entre los que mí quiero contar, justo en este punto lo recordaremos. Hacerlo un momento, cuando lleguemos a la Plaza de la Tolerancia, a nuestra derecha, será un pequeño homenaje a los 21 inocentes que perdieron la vida un caluroso día del mes de junio de 1987.

Estaremos en pleno distrito de Santo Andreu; mejor dicho, pasado el Hipercor, en medio de dos barrios: el de La Sagrera a la derecha de la Meridiana, y a la izquierda el distrito de Nuevo Barrios. A la izquierda de por donde estamos pasando, hasta hace unos años había un canódromo, el último de los que quedaban en España, uno de aquellos lugares donde corrían unos pobres perros para que la gente apostara por el ganador. Era el Canódromo Meridiana, y no sé si porque el Ayuntamiento necesitaba espacios - quieren hacer uno centro de arte, dicen- o por la presión de las manifestaciones de los amigos de los animales que pedían el cierre por la explotación a que estaban sometidos “los mejores amigos del hombre”, tuvo que cerrar. Clamaban por las deplorables condiciones que sufrían 800 perros, que se pasaban en una jaula de un metro cuadrado 23 horas del día. Repito, no sé sí fue por sus reivindicaciones -o porque el negocio era ruinoso- afortunadamente, ya no lo veremos.


Canódromo Meridiana

Nou Barris es un distrito que esta compuesto no por 9 (nou es nueve en catalán) sino por 13 barrios. Las peculiaridades de la historia reciente de Nou Barris, punto de acogida de una parte importante de la inmigración obrera que llegó a Barcelona en las décadas de los años 1950 y 1960, lo han convertido en el distrito con más barrios. Uno de ellos, el de Vilapicina y la Torre Llobeta es el que está más cerca de nuestro camino, y la punta inferior del de Porta -que contiene las pistas de atletismo de Can Dragò- cuando dentro de poco llegamos al Paseo de Fabra y Puig.

También Npu Barris, a pesar de que reciente, tiene historia. Una de chocante es la que explica que, acabada la guerra, y cuando el depurar los nombres de las calles era la afición predilecta de los gobernantes de entonces, le tocó el turno a una de las calles de lo que en aquella época era las afueras de Sant Andreu y hoy Nou Barris. La calle llevaba el nombre de Charlot, o sea (aparentemente) de Charles Chaplin, y le pusieron Padre Rodés. El por qué se cambió es muy sencillo: Charles Chaplin era comunista y el padre Rodés era un cura. Lo divertido del asunto es que los inquisidores, además de serlo, eran unos indocumentados porque el nombre de Charlot a la calle no se lo habían puesto durante la República en honor del genial artista, sinó a un tal Carmel Tusquellas, un torero barcelonés nacido el 1893 que popularizó las corrides cómicas -las charlotades- utilizando el pseudónimo de Charlot.


El Charlot auténtico

No las veremos, pero pasaremos muy cerca de las instalaciones del Club de Natació de Sant Andreu. A cien metros, a nuestra derecha, pasado el Hipercor, y vale la pena referirlo porque sus socios son deportistas como nosotros. Es un club de natación y waterpolo que se fundó hace casi cuarenta años, y últimamente, se ha formado una sección de triatletes.

El barrio de Sant Andreu de Palomar, que forma parte del distrito, era en el siglo XIX uno de los pueblos más antiguos de las cercanías de Barcelona antes de anexionarse -no sin dificultades y a regañadientes de sus habitantes- en 1897. Se calcula que ya vivían santandreuencs en el siglo X. Y de hecho, la historia de Cataluña sí refiere a ellos al recordar que fue en el pueblo donde se sublevaron sus segadores iniciando una guerra que duró doce años, y que más tarde dio nombre al himno del país. Actualmente, el distrito de Sant Andreu está lleno de entidades culturales -el Centre Cívic de Sant Andreu es paradigmático en este aspecto- y deportivas, algunas con mucho pedigrí, como es el caso de la Unió Esportiva Sant Andreu, que ya ha celebrado su centenario.

Seguiremos avanzando por Meridiana, y justo al llegar a la Rambla de Fabra y Puig encontraremos la señal del Km 20, otro de los indicadores que dan alegría de ver. Una anécdota: la calle de antes de llegar a Fabra y Puig, se llama "la Jota". El origen del nombre es divertido. No tiene nada que ver con el baile tradicional: cuando se proyectó, a principios del siglo XX, en el plano de urbanización le pusieron “Calle letra J”. Los vecinos le añadieron “ota” a mano a los letreros aprovechando la ocasión, y calle de la Jota se ha quedado oficialmente.

Km 20 al 21

Habremos dejado la Meridiana y cogido el paseo de Fabra y Puig -un nombre en honor de dos hermanos: uno de los cuales alcalde de Barcelona durante un año (1922-1923) y el otro, junto con el primero, dueños los dos de una famosa fábrica de hilaturas: Fabra y Coats - para hacer un pequeño tramo, hasta Concepció Arenal, que lo cogeremos girando a la derecha hasta volver a encontrar la Avenida de la Meridiana para bajar por el mismo lugar que hemos subido. Una acotación: bajar y subir por la Meridiana es una manera de hablar; ya he dicho antes que es más llana de lo que parece.

Una curiosidad: cuando giraremos  para coger Concepció Arenal estaremos muy cerca de una singularidad que se conserva en la calle del lado. Incrustado en la pared de un edificio de la calle Sócrates, hay el casco de una bomba de cañón que fue lanzada desde Montjuic por las tropas del brigadier Prim (más tarde general), para reprimir los habitantes de Barcelona y del que entonces era el pueblo de Sant Andreu, que estaban en contra de la política económica del momento. No fue la única bomba; cayeron más de mil. Esta, que no estalló, la quiso conservar el dueño de la casa, y una vez desactivada sigue en la fachada. Mucha gente cree que es de la guerra del 36, pero no, el bombardeo desde Montjuic fue en diciembre de 1842.

Alrededor de este punto habremos pasado el cuarto havituallamiento. No pasemos de largo para nada del mundo; no nos podemos olvidar de beber agua, y sí hay, que habrá, un poco de bebida isotónica.

A propósito de esto de la bebida en los havituallamientos: años atrás los médicos recomendaban beber una botellita entera d’agua cada 5 kilómetros, so pena de acabar muy mal sí no lo hacías. También recomendaban beber agua, cuanto más mejor, desde un par de días antes, y no era nada extraño ver corredores que tanto el viernes como el sábado iban con una gran botella de agua en la mano todo el día. Lo veías cuando ibas a recoger el dorsal. Ahora, en cambio, hay algunos médicos que recomiendan no beber tanta agua; incluso afirman que únicamente se tiene que beber sí tienes sed, y durante el maratón un sorbo es bastante, por no sé que de la hiponatremia que dicen. Me disculparán: uno no quiere hacer experimentos, y sí a uno le ha ido bien beber en todos y cada uno de los havituallamientos la famosa botellita –entera o casi-, seguirá haciéndolo.

Más cosas sobre los havituallamientos de años atrás (¿se me está viendo que soy ultra-veterano?): nos daban únicamente agua en todos los havituallamientos de los maratones; como mucho, un poco de Flectomin a partir del Km 20 o 25, que eran unos polvos de sales minerales. Ahora, seguro que en estos encontraremos alguna bebida energética, y eso sí que me parece bien; mejor que los polvos, al menos  por el gusto. Aprovechando las ventajas de los nuevos tiempos, vale la pena beber un poco también. Por cierto, la bebida energética nos la darán en un vaso, que es fácil tirársela por encima y no poder beber mucho. Pero hay una “técnica” que lo evita: Se tiene que sujetar el vaso, presionándolo, para hacer que la bebida baje por el canal que se forma...y mirar de tener suerte!



Ei! Me doy cuenta que sin quererlo me ha salido el síndrome de Pigmalión que uno trae dentro, aconsejando a diestro y siniestro, y estos escritos no van de esto. Pero cómo que escrito está, lo dejo. Vuelvo, pero, a los asuntos que nos ocupan, que es la descripción de los lugares por donde pasamos, hecho por un cronista amateur.

Decíamos que, avanzando por Concepció Arenal habremos vuelto a la Avenida de la Meridiana al encontrar la calle Dublín. El nombre de Concepció Arenal puesto en esta calle por donde pasaremos, corresponde al de una socióloga y pedagoga que fundó la Cruz Roja en España. Avanzada en la época que vivió (1820 – 1893), luchó por la cuestión obrera, la reforma penal y la defensa de la mujer. El de Dublín no hay que decir que corresponde al de la capital de Irlanda, y el de Meridiana -que nos lo habíamos dejado-  se lo puso en Cerdà porque lo hizo coincidir con el Meridiano de Greenwich, la línea imaginaría que une los polos norte y sur pasando por un antiguo observatorio astronómico que hay en Londres, en el suburbio de este nombre.

En este punto donde estamos corriendo ahora es el barrio de la Sagrera -que tampoco habíamos dicho nada de sus orígenes a pesar de que hemos hecho los dos últimos kilómetros-. El nombre de la Sagrera proviene de cuando en la Edad Media las iglesias tenían un espacio consagrado de 30 pasos alrededor y por lo tanto inmune a cualquier asalto. La Sagrera fue un barrio donde el primer tercio del siglo veinte llegaron oleadas de inmigrantes procedentes del sur de la península, a la búsqueda de una mejor vida, y muchos se instalaron donde y como pudieron. Había más de un piso de tres pequeñas habitaciones donde se reunían quince o dieciséis personas, y las dificultades para sobrevivir eran muy grandes. En el barrio había un núcleo al que los mismos vecinos denominaban literalmente Barranco del Hambre. Con esto no hay que decir nada más; mérito es el que la gran mayoría de sus habitantes, que vinieron a trabajar trabajos muy duros, fueron prosperando como se merecían.



Volveremos a bajar por la Meridianare haciendo el camino que hemos hecho hace unos momentos por la misma avenida, y veremos corredores y corredoras a nuestro lado, que están subiendo, de igual manera que veíamos bajando cuando nosotros subíamos. Esta circunstancia del circuito tiene su atractivo: mientras subes te permite ver a los que ya bajan porque van delante tuyo y puedes ver a los que van detrás cuando has girado y el que bajas eres tú, y puedes saludar a unos y a los otros sí los conoces. Una recomendación al respecto a los debutantes: es de mala educación atlética saludar de manera demasiada estentòria a los que van detrás tuyo y están subiendo. Se puede hacer. Se tiene que hacer, pero prudentemente; sin que se vea que estás muy contento porque a aquel o a aquel otro le llevas dos o trescientos metros.

Con lo qué acabo de decir me he permitido una broma, supongo que se entiende. Me la he permitido, porque estamos a punto de llegar a la mitad de la prueba y estamos alegres. De momento, a la altura de la calle de Felip II, que “ya lo conocemos de antes”,encontraremos el indicador del Km 21.

Km 21 al 22

Pasado la calle de Felip II, nos encontraremos el punto del medio maratón, una señal que no hay que decir que nos llenará de emoción. Miraremos el crono y veremos, seguro, que vamos bien, muy bien. De tiempo, de ánimos, de ritmo, de todo. Y felices como unos niños, seguiremos por la Meridiana hasta la calle de Valencia después de pasar la señal del Km 22. (Cómo que el tramo lo conocemos de antes, ahorro repetir lo que hay).

Km 22 al 23

Al llegar al final de Meridiana giraremos a la izquierda por Valencia y penetraremos en el barrio del Clot. Un nombre de territorio que ya se decía Clotus Melis (Hoyo de Miel) en la Edad Media, un terreno donde se cultivaba una miel excelente según dicen los historiadores, que se vendía en la Barcelona medieval. A poco de haber hecho el giro hay un edificio de ladrillo que son los restos de la fábrica conocida como el Vapor del Clot. Ha sido muy transformado, pero la fachada de la calle Valencia que da acceso a un pasaje interior conserva las características principales de cuando se construyó a finales de los siglo XIX, a pesar de que su valor arquitectónico no me parece especial. Actualmente hay oficinas y viviendas.

Cruzaremos también la calle del Clot, conocido hace años como el Camino del Medio -se dice que fue una vía romana en la antigüedad-, y veremos la Escuela Tecnica Profesional del Clot en la esquina derecha, antes de subir el puente que salva las vías del tren. La escuela, que es de los jesuitas, se inauguró en 1900 con 24 alumnos, hijos de labradores y obreros del barrio. Se denominaba Colegio Moderno del Centro de Ntra. Sra. De Carme y San Pedro Claver y ocupó el edificio de una antigua fundición. Con el tiempo se ha convertido en un centro de referencia. En la década de los sesenta se impartían cursos nocturnos en la que era también la Escuela de Mandos Intermedios. El que subscribe recuerda haber estudiado un provechoso curso, no tanto por la cuestión profesional, que también, sino por haber sido un lugar donde se trataban medio clandestinamente aspectos de justicia social, una cosa de la cual no se hablaba en ninguna parte entonces.

Por Valencia, al lado de esta escuela, subiremos un  puente que salva las vías del tren, sepultadas ahora en este punto. Para los que corremos, un puente es siempre maldito porque se nota mucho cuando sube pero muy poco cuando baja. Y este del Clot, en la calle de Valencia, no es una excepción. Un apunte (para sí, al recordarlo cuando subimos el puente, nos aligera el esfuerzo): El Clot es un barrio donde han nacido algunos personajes conocidos actuales. Cómo por ejemplo las actrices Mercè Sampietro (la madre del culebrón “La Riera” que dan por TV3); Silvia Munt (la sempiterna Colometa de la “Plaça del Diamant”);  Loquillo (el cantante de los ex Los Trogloditas); o el escritor Miquel Desclot.

Cuando llegaremos a la calle de Espronceda, la de Valencia por donde estamos corriendo, no se sabe porque, cambia de nombre. Sigue en línea recta la misma trayectoria, y así lo haremos, pero se llama Huelva. Le pasa lo mismo a muchas calles de Barcelona. No nos rompamos la cabeza. Por la calle onubense, después de cruzar Espronceda tendremos a nuestra derecha el muro del complejo deportivo Bac de Roda, y a izquierda la Torre de Fang (Torre de Barro). No estará exactamente a nuestro lado, pero cómo que está a pocos metros me apetece explicar una leyenda sobre la Torre. Nos irá bien, si pensamos, para recuperarnos de la subidita del puente. Primero, pero, hay que decir que el nombre del edificio proviene del material con que se recubrió al ser construido, que unos dicen que fue en el siglo XV y otros el XII; que antiguamente se denominaba “Torre de la Virgen Maria” y que, a pesar de todo, sirvió de punto estratégico a los ejercidos borbónicos para bombardear Barcelona  el año 1714. Cómo sea, es lo más antiguo de los que se conserva en el entorno (estuvo en peligro por las obras de la estación del Ave, pero, afortunadamente, se ha salvado).

 La Torre de Fang

La leyenda, de Joan Amades, dice que “...la Torre de Fang aunque un poco apartada de la ciudad de Barcelona, gustaba mucho a la Reina Dolça de Provenza, que acostumbraba a retirarse allí,  e incluso era su lugar preferido de veraneo. El rey Ramon Berenguer III, pero, intrigado por el interés de la reina la hizo vigilar y descubrió que su dama amaba a un juglar que cada noche visitaba la Torre. Al enterarse el rey de tal infidelidad, hizo capturar y matar al juglar. Aquella misma noche el rey ordenó que en la cena de la reina le dieran el corazón de su amante, que ella comió sin sospechar nada. Cuando el propio rey le confesó que lo que había ingerido era el corazón del juglar, la dama se recluyó a su alcoba, negándose a comer nada más hasta que murió de hambre y de amor”.

Por Huelva llegaremos a la calle de Bac de Roda, donde giraremos para bajarla, Al cruce habrá la señal del Km 23. Si miramos a la izquierda veremos el imponente Pont de Bac de Roda, al cual todo el mundo lo conoce por el Puente de Calatrava, el arquitecto que lo diseñó y que dijo que se había “inspirado en las formas que puede desarrollar el cuerpo humano”. Verdaderamente, el puente es una obra magnífica. Pero no sé ver lo qué dice el autor. Debe ser porque de arte moderno no entiendo (y del antiguo tampoco).

Km 23 al 24

Dejaremos la calle onubense y giraremos a la derecha por la de Bac de Roda. En este lugar hay bastantes edificios, espacios o elementos que llevan este nombre: desde la calle hasta una parada de metro. La calle Bac de Roda está dedicada en honor de quién fue un labrador  nacido en Roda de Ter el siglo XVll, de nombre Francesc Macià (no confundir con el Presidente de la Generalitat del mismo nombre del siglo pasado) que participó en la defensa de Barcelona contra las tropas borbónicas en 1705. Años después combatió en las montañas animando a los catalanes para que resistieran, hasta que, refugiado en una masía de su propiedad, fue traicionado por un amigo que lo denunció y fue colgado en Vic el noviembre de 1713 sin ningún proceso.
 
Y llegando a Guipúzcoa desde Bac de Roda, veremos un magnífico y moderno edificio a la derecha, que alberga la Federación Catalana de Baloncesto . Un edificio que al verlo nos hará pensar cómo ha evolucionado este deporte. Porque años atrás, toda la Federación cabía en un modestísimo pisito de la calle Casanova.


Partido de baloncesto en los años cincuenta

Habiendo pasado la Rambla de Guipúzcoa por Bac de Roda, seguiremos hacia abajo y cruzaremos la calle Concilio de Trento (nombre de un largo concilio de la iglesia católica en el siglo XVI en el cual, entre otras cosas “se reafirmó la excelencia del celibato, y se suprimió el concubinato de los eclesiásticos”) y la calle de Andrade, antes de llegar a la Gran Vía, por donde giraremos a la izquierda.

El nombre de la calle de Andrade merece un pequeño comentario por la curiosidad que contiene. Antiguamente y desde 1929 hasta el 1980, se decía calle de Juan Gil de Andrade, que era un comandante naval que luchó en la batalla de Lepanto gobernando la Galera Real, la galera capitana (aquella de la cual hay una réplica al Museo Marítimo). A algunos vecinos no los gustaba este nombre; preferían el de Domingo Antonio de Andrade, que había sido un arquitecto gallego del siglo XVIII que hizo algunas cosas de la catedral de Santiago, y hacían reivindicaciones para conseguir el cambio mientras otros preferían el antiguo. El cambio se produjo el año 1980: lo dejaron como Andrade solo, y todo el mundo contento.
 
Al llegar a la Gran Vía iremos a buscar el lateral mar y lo cogeremos a nuestra izquierda para hacer un kilómetro y pico, hasta la Rambla de Prim. Cuidado. Este tramo es, para mí, de los difíciles; no porque no sea plano, que lo es como la palma de la mano, y no muy largo, sinó porque es un lugar de un paisaje urbano bastante monótono, con casas de pisos a derecha e izquierda muy alejadas de nosotros, que contrasta con lo atractivo de todo el recorrido del maratón. Más adelante tendremos obviamente la dificultad de la acumulación de kilómetros, pero los lugares tendrán mucho más encanto. En este trozo de la Gran Vía no hay muchos elementos de interés que encontrarnos, porque a pesar de que los dos barrios por la frontera de los cuales estamos corriendo (Santo Martí i Provençals del Poble Nou) tienen, sus centros quedan bastante lejos de nuestro paso. Se tiene que decir, no obstante, que hace unos años plantaron unas buenas hileras de árboles y se habilitaron unos pequeños espacios de recreo para los niños entre las casas y nuestro camino, que servirán para hacérnoslo menos pesado. Cómo que antes no estaban, se tiene que suponer que ha sido hecho especialmente por eso del maratón...

 El barrio de Sant Marti tiene su origen en el antiguo pueblo de Sant Martí de Provençals, que ya existía en el siglo XI. Desde entonces y hasta medios del siglo XX, toda la zona era campos de cultivo, unas cuántas masías (Can Planas, Can l’Arnó, Can Riera, Can Cadena y alguna más fueron las últimas) y la iglesia de Sant Marti Vell. En en cuanto a Provençals del Poble Nou, se puede decir lo mismo originariamente, a pesar de que se convirtió en una zona industrial en lugar de un espacio rural, reconvertida últimamente y con una profunda transformación, en uno de los grandes sectores de desarrollo del 22@.

Decía que este tramo de la Gran Vía puede resultar poco distraído; está claro, pero, que hay muchos corredores y corredoras a quienes los gusta correr por líneas rectas y largas. Aquí se encontrarán a gusto y serán felices. Y todos nos lo sentiremos cuando, a continuación, divisaremos la señal del Km 24, cerca de la calle del Treball.

Km 24 al 25

Seguiremos por la Gran Vía en busca de la Rambla de Prim, y a medida que avanzamos intuiremos que hay mucha vida a los dos lados de nuestra marcha. Nos lo parecerá porque estamos en un enclave capital en este sentido como son los barrios del Poble Nou y La Verneda a derecha e izquierda. Pero el cierto es que -se tiene que decir para ser objetivos- tendremos que hacer este casi un kilómetro que nos queda, por un lugar poco cálido



Josep Pla

Tenemos la esperanza que la rambla estará cada vez más cerca y entonces terminará la monotonía. Además, cuando pasemos por la calle de Josep Pla, poco antes de girar para cogerla, quizás tendremos una aparición que nos animará: quizás aparecerá en la esquina el gran novelista ampurdanés desaparecido hace exactamente años, que, socarrón como era, parecerá que nos mire con aquellos pequeños ojos suyos y con la boina muy calada, y sonría al vernos. A buen seguro que, a pesar de haber sido un escritor capaz de retratar nuestras virtudes y nuestros pecados como nadie, sonreirá al ver que nos estamos dejando la piel en un esfuerzo difícilmente comprensible para él.

Para referirnos a todos los barrios que componen el núcleo de Sant Martí por donde estamos pasando, se tiene que decir que al otro lado de la Gran Vía, a nuestra izquierda, hay también otro barrio lleno de actividad, el de La Verneda, donde llega, muy cerca de donde estamos ahora, la Cursa Popular del Clot-Camp de l'Arpa; la que hemos visto que empezaba cuando estábamos en la calle Valencia.

Uno se da cuenta, a propósito, que son muchas las cursas que se hacen en la ciudad de Barcelona desde hace un tiempo; en total y como mínimo unas treinta al año. Ninguna, pero, no hay que decirlo, de la importancia de la que estamos haciendo hoy. Esto, sílo pensamos a estas alturas de la prueba, nos motivará.

Pasado la calle Maresme, después  de Josep Pla, giraremos por la Rambla de Prim a la derecha, para bajarla hasta su final (comienzo), cerca del Forum. Hemos hablado, cuando estábamos por   l'Eixample, que lo que ahora son ramblas, en el pasado eran torrentes o rieras. Pues bien, esta rambla también lo era: Riera d’Horta se decía, y llegaba al mar por lo que hoy es la Rambla de Prim. Y esto, para nosotros, hoy, tiene interés: aunque muy benignos, ya hemos visto que hay pequeños desniveles durante todo el recorrido. La mayoría ni los notaremos, pero están. Ahora, por la rambla, nos toca bajar un poco y estaremos encantados; ya tendremos que subir en algún lugar más tarde. Y es que, está claro, el circuito de un maratón no es una pista de atletismo.

Una vez habremos dejado la Gran Vía y girado por la Rambla de Prim, la decoración que hemos tenido en el último kilómetro y pico cambiará totalmente, porque la rambla en honor de este general y político catalán del siglo XlX es una calle con cuatro o cinco hileras de árboles de arriba abajo , modernamente urbanizada no hace muchos años.

A propósito del nombre de esta rambla que lleva el nombre del general Prim, resulta sorprendente los honores que le hacemos, porque este militar bombardeó Barcelona en 1843 para sofocar una revuelta ciudadana, eminentemente popular, que pedía cambios políticos. El bombardeo desde Montjuic, con bombas que caían de manera intermitente -una de las bombas hemos visto que se conserva en la calle Sócrates de Sant Andreu- estaba mandado por quien entonces era el brigadier Prim. Duró 81 días el asedio de las tropas gubernamentales que comandaba, hasta que obligó a la rendición definitiva de Barcelona al gobierno de Madrid. Antes de empezar a echar bombas en la ciudad, fue cuando l’hombre pronunció la famosa frase: “ O caja o faja”, es decir, o la caja para el entierro, o recibir la faja de general. Y se llevó la última: le dieron la faja de general, y por “pacificar” más tarde otros zonas de Cataluña (Girona también la bombardeó meses después) recibió el título de Conde y Vizconde. Y además de ponerle su nombre a esta rambla, lo honoramos con una estatua eqüestre a la entrada del Parque de la Ciutadella. Hay cosas que uno no se explica. Menos mal que la rambla hace bajada...


Barcelona bombardeada por Prim el 1843. Grabado de la época.

La Rambla de Prim es muy bonita y menos mal que lo es, porque el lugar que atraviesa, el Barrio del Sudoeste del Besos con el de La Mina al lado, a nuestra izquierda, (se tiene que decir porque estos textos no quieren ser una guía turística) es uno de los menos favorecidos de la ciudad.

Es una zona, donde, además de los de La Mina, se edificaron un montón de bloques de viviendas del tipo de construcción urgente hace unos cuarenta y cinco años; unas impulsadas por el entonces llamado Patronato Municipal de la Vivienda a precios asequibles y adjudicadas por sorteo, y otras por la iniciativa privada, algo más caras y algo más bien hechas, a la derecha de donde pasaremos. Todas, pero, se levantaron en medio de campos de cultivo, al margen de ninguna previsión, de ningún servicio, de ningún equipamiento público...Milagro fue que el lugar se hubiera podido desarrollar, dejado de la mano de Dios como estaba, como aquel que dice. La respuesta a las necesidades de los habitantes de la zona vinieron de su propia capacidad de organización y de lucha. Pronto constituyeron una asociación de vecinos que impulsó los primeros servicios escolares del barrio, y consiguieron, a pesar de que muchos años más tarde, los primeros equipamientos públicos y la urbanización del llugar.

Ha llovido mucho desde entonces, y, afortunadamente, las cosas han ido cambiando, pero a pesar de que por la Rambla de Prim donde bajaremos es espléndida, no nos hemos de deslumbrar: a pocos metros hay muchas carencias.

Habremos entrado al Barrio del Besos y enseguida pasaremos por delante de la pequeña Plaza de Zenòbia Camprubí, la escritora e hija de Malgrat casada con el poeta Juan Ramon Jiménez, el autor de aquel bonito y evocador Platero y yo ("Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando po fuera, que se diría todo de algodón...") que nos hicieron aprender de memoria en el colegio cuando le concedieron el premio Nobel, pero ya se nos ha olvidado.

Y justamente a la altura de la plazoleta en honor de Zenòbia Camprubí, donde acaba a nuestra derecha la calle de Pere lV, veremos el indicador que nos dirá que ya me hecho el Km 25.

Km 25 al 26

A la Rambla de Prim encontraremos unos voluntarios que nos ofrecerán havituallamiento (el del Km 25 como es de rigor, y como es de rigor nos havituallaremos). A propósito de havituallarse, se está demostrando últimamente que la miel en estado puro es un muy buen producto para havituallarse a estas alturas del maratón -además del agua naturalmente- por su alto valor energético y su fácil asimilación. Hay que decir, pero, que sí no se ha probado antes, en una media, por ejemplo, no lo recomendaría; ni esto ni ningún otro experimento. Vale más comerse un plátano, que lo habrá en este havituallamiento.

Seguiremos bajando por la Rambla de Prim atravesando calles de los relativamente nuevos barrios del Besòs y del Maresme, y es de destacar que, especialmente la parte de bajo de la rambla, donde está el área de Diagonal Mar a la cual estamos llegando, se ha transformado - se está transformando – totalmente.

Abajo del todo, mientras vamos bajando, veremos el original edificio del Triángulo del Forum y los modernos edificios del final de la calle. Uno de ellos, el Hotel Barcelona Princess, de una altura impresionante, sirve de señal del inicio de un espacio lleno de inmuebles futuristas que nos dará gozo mirar.



Castillo del Campo de la Bota
Como contraste, delante de este lujoso hotel de cuatro estrellas, a punto de girar por la Diagonal a la derecha, tendremos que recordar que justo en frente, a la izquierda, había el Campo de la Bota, un lugar siniestro y de muy mal nombre para la memoria colectiva, no porque fuera un asentamiento de los franceses cuando nos invadieron hace muchos años, que también, sino porque fue donde fueron fusilados muchos ciudadanos al acabar la Guerra Civil. Entre el año 1939 y el 1952 murieron ejecutadas casi 2.000 personas según algunos historiadores.

También nos vendrá a la memoria que, desde el Castillo del Campo de la Bota y la playa, justo donde ahora hay el recinto del Forum, había el antiguo barrio de Pekín, un núcleo de barracas donde alrededor del último cuarto del siglo XIX se instalaron  pescadores chinos que vivían en este terreno en unas condiciones de las cuales vale más no hablar. En los años veinte del siglo pasado, el espacio fue arrasado por un temporal, pero familias venidas en Barcelona para encontrar trabajo en las obras de la Exposición del 1929 levantaron nuevas barracas.
Recurro al libro “Mites y gent de Barcelona”, de mi amigo, el llorado José María Huertas Claveria, con un extracto de unos párrafos que reflejan la manera de vivir en aquellos lugares por parte de sus habitantes, uno de los cuales, denominado El Vaquilla , ha pasado a la (triste) historia.

“(...) Años después, cuando el chico ya estaba en la prisión, llegaría a leer mucho y a escribir con una cierta gracia, pero esto no lo sabía cuando estaba en el Campo de la Bota. Lo que más le gustaba entonces, era la sensación de libertad cuando, con algún amigo, cansados de todo el día, se sacaban la ropa y se metían al mar. Desde la playa, alguien le decia que su hermana le estaba buscando: “Vaquilla, que no llegues tarde a cenar, me dice tú hermana”. Y el Vaquilla agitaba la mano diciendo que sí, que ya iba."

El Vaquilla murió a los 42 años, después de haber estado casi toda su vida en la carcel, donde nació mientras su madre estaba internada.


El Vaquilla

Bien. Para ayudar a sacar dramatismo al lugar, hay que decir que antes de la guerra, en estos terrenos tuvo el Júpiter su primer campo de fútbol. El Júpiter, un equipo modesto de la primera regional actual, es un histórico club fundado en 1909 por unos ingleses que trabajaban en una fábrica del  Poble Nou, y constituye todo un icono del fútbol en el barrio, por donde estamos también nosotros ahora haciendo otro deporte. (Dejadme decir, puestos a hacer comparaciones, que sin duda es otro deporte: dicen que un futbolista, como mucho, corre seis kilómetros en un partido...!)

Al llegar abajo del todo de la Rambla de Prim, a la Plaza de Levante, giraremos a la derecha para coger la Diagonal hacia arriba, y en el momento del giro encontraremos la señal del Km 26.

Km 26 al 27

En la Plaza de Levante habremos visto El Triángulo, un moderno edificio realizado por dos grandes figuras de la arquitectura mundial, los suizos Herzog y De Meuron , que fue el emblema del Forum 2004. A pesar de que no entraremos a la zona, no dejaremos de recordar que El Forum fue un certamen internacional que impulsó la Unesco para tratar temas tan importantes como la diversidad cultural en el mundo, el desarrollo sostenible y las condiciones de la paz, y la ciudad de Barcelona le dio cuerpo.

Por la Diagonal haremos, arriba y abajo, con dos pequeñas “excursiones” fuera de la avenida, unos cinco kilómetros. Y al hacerlo comprobaremos como se está transformando el barrio del Poble Nou (quieren que le digamos Diagonal Mar, el Frente Marítimo, el Maresme, el Parque y la Laguna y no sé cuántas cosas más, pero para todo el mundo es el Poble Nou), convirtiendo una zona que no hace muchos años era precaria en algunos puntos, en un moderno espacio con bloques de viviendas de alto estànding, empresas de vanguardia y rascacielos de treinta pisos.

No me canso de decir -como si fuera el promotor inmobiliario de la zona– que el lugar donde estamos corriendo se está construyendo y transformando de una manera espléndida. Pasamos por calles del Poble Nou  “de toda la vida”, pero las casas y oficinas que se están edificando están cambiando la fisonomía de esta zona de una manera total. No es por nostalgia de un tiempo pasado que lo digo, más bien al contrario; le hacía mucha falta.

Apreciaremos la profunda metamorfosis que está experimentando este espacio donde corremos en este momento, que dice mucho en favor del carácter emprendedor de algunos y de la inestimable ayuda de quien vivía, y vive, no muy lejos de donde estamos, y de la capacidad de adaptación de la gente, autóctonos o no, de nuestras comarcas. Si hace un par de siglos eran las fábricas del sector textil lo que tocaba, más tarde las del metalúrgico, y ahora las empresas de la tecnología de la información, veremos claramente la idiosincrasia de los que lo hacen posible. Veremos que el esfuerzo ha sido y está siendo formidable. Y, dejádmelo decir, nos sentiremos orgullosos de pertenecer a este colectivo humano que lo hace factible. Y dejádmelo decir también, los que como nosotros están acostumbrados a esfuerzos– qué nos tienen que decir! – entenderán muy bien este sentimiento.


Edificios nuevos en la zona de Diagonal Mar

Subiremos por el lateral derecho de la Diagonal traspasando Llull, una calle que honora a uno de los más grandes escritores de la cultura medieval, Ramon Llull, nacido en Mallorca en el siglo XIII, conocido como "el doctor iluminado" por su facilidad para convertir infieles; la calle de Josep Pla, que ya lo conocemos de hace un rato; la de Selva de Mar, que se llama así, de nombre tan bonito, como el bonito pueblo del Empordà.

Y antes de llegar a la altura de la calle Provençals, otra calle de nombre guapo, que según dicen puede provenir de los repobladores que vinieron de Provenza los siglos IX o X después de la reconquista de Barcelona, habremos llegado también al Km 27. Una observación obvia: desde la media, ya estamos restando, y ya podemos decir que sólo nos quedan 16.

Km 27 al 28

Prosiguiendo por la avenida de la Diagonal arriba, pasaremos la calle Fluvià - el nombre de un caballero del siglo XV que luchó contra Ferran de Trastàmara, el primer monarca castellano de la Corona catalano-aragonesa que emprendió la castellanización del país- y al encontrar  Bac de Roda -que “ya la conocemos de antes”- la cogeremos a la derecha para salir durante unos breves momentos de la avenida, a la cual volveremos a continuación.

Una observación: salir y volver entrar a la avenida está hecho para ajustar los kilómetros del recorrido, pero resulta muy buena cosa porque altera la monotonía que significaría el trayecto arriba y abajo de la Diagonal. A pesar de que, se tiene que decir, el entorno, lleno de edificios modernos, es magnífico y verlos evita el aburrimiento. 

Por Bac de Rueda iremos a buscar la calle Cristobal de Moura, que es la primero que encontraremos al salir, y girando a la izquierda haremos el tramo que nos hará volver a entrar a la Diagonal. Habremos atravesado el moderno Parque Central del Poble Nou, acabado no hace mucho. Ha sido diseñado por el arquitecto Nouvel, el mismo que hizo la Torre Agbar que ya veremos de lejos al final de la calle cuando volvemos a enlazar con la Diagonal. El parque es de lo más futurista, y según palabras de su creador “ pide, calma y silencio, (...) lugar de recogimiento...”

 
A punto de volver a entrar a la Diagonal cruzaremos la calle de Espronceda, aquel poeta de quien en la escuela nos hacían aprender sus versos -no sé sí ahora también en las clases de castellano- para recitarlos en las fiestas familiares. Como aquel de la canción del pirata:

"Cono diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sinó vuela
un velero bergantín".

No sigo porque es muy largo. Bien, sólo su final. Como he dicho más de una vez, estos escritos tienen el objetivo de, sí recordamos algo el día del maratón, que nos sirvan para saber algo de los lugares y nos ayude a hacer el camino de nuestra prueba de forma más placentera. Y quizás, como que en el cuarteto final del verso el poeta habla más que nunca del mar y estamos cerca...pues...

"Que es mí barco, mí tesoro,
que es mí dios, la libertad,
mí ley, la fuerza y el viento,
mí única patria, la mar".

Estando de nuevo en la Diagonal atravesaremos la calle de Bilbao y nos encontraremos poco después el indicador del Km 28. Qué podemos decir de Bilbao para recordarlo?: seguro que muchas cosas, pero se me ocurre una de muy conocida: el club de fútbol de la ciudad se mantiene, erre que erre y desde tiempo inmemorial, con jugadores nacidos en su país. Un romanticismo que les funciona, curiosamente, en una época donde una cosa parecida no lo hacen ni los clubes de petanca.


Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza, una mítica delantera del Bilbao de los años 50

Km 28 al 29

Seguiremos subiendo muy suavemente por la Diagonal hasta casi la Plaza de les Glories, y durante el tramo para llegar estaremos viendo un prodigio arquitectónico, la Torre Agbar, que s’ha convertido en un nuevo icono de nuestra ciudad.

A punto de llegar, y después de cruzar la calle de la Llacuna (Laguna), fácil es adivinar que antiguamente la zona era un estanque, pasaremos al lado del Centro Comercial Glories, la gran superficie inaugurada hace unos años, ubicada en el mismo espacio de la Hispano Olivetti. Cuando todavía no existían los ordenadores personales, aquí había la fábrica de máquinas de escribir Hispano Olivetti, fundada el 1929. El que subscribe -si se le permite que en este punto hable en primera persona- no se puede sustraer de recordarlo al pasar por delante, porque trabajó cuatro años en la década de los sesenta. Fue uno de los 3.320 empleados que producían más de 600.000 máquinas de escribir al año, en el centro de producción más grande del mundo de este tipo d’aparato. Eran tantos los operarios en aquellos años sesenta, que en lugar de nombre tenían un código con números y letras que los identificaba. Todavía recuerda el suyo: el 16.941W. Cosas del taylorismo, se trabajaba en esta factoría -empresa modelo- como lo hacían los operarios de la película Tiempos Modernos de Charlot. Cosas de la vida, a pesar de ser una emblemática empresa modelo, orgullo del franquismo, la Olivetti no pudo resistir la competencia generada por la revolución tecnológica de los años ochenta, y cerró las puertas un buen día (un mal día, mejor dicho) y los trabajadores fueron al paro.


 Huelga de los trabajadores de Hispano Olivetti. Año 1981

Bien, crónica sentimental concluida, vamos a lo nuesro. Si comento algunas cosas que no son demasiado festivas -hoy que estamos de fiesta grande- es sólo para explicar lo que sucedía en un tiempo por los lugares donde estamos pasando. La zona del Poble Nou ha sido el paradigma de épocas muy difíciles, no muy lejanas, y estos modestos escritos no quieren ser una guía turística.

De igual manera, intento reflejar la fisionomía renovada que tiene ahora el lugar. Cómo vemos, está en plena transformación. Seguramente, los que corrimos la prueba hace un año o dos, comprobaremos que está cambiando mucho, y más que cambiará. Dicen, por ejemplo, que será tal la cantidad de edificios nuevos que se construirán alrededor de la Torre Agbar, que peligra incluso su fácil visión actual. Aprovechémonos y miremos, miremos mucho, por si acaso.

La Torre Agbar fue inaugurada el mes de septiembre de 2005. El edificio tiene el aspecto de un misil enorme – o de un supositorio...o de un consolador, porque todo el mundo dice la suya – y con una altura de 144 metros (treinta y dos pisos) es el más alto de la ciudad después del Hotel Arts y la Torre Mapfre, por debajo de los cuales pasaremos mes tarde. Construida por el arquitecto francés Jean Nouvel, quien dice del edificio (nos servirá saberlo) que “...al diseñarla me inspiré en el macizo de Montserrat y en Gaudí”. Yo, que soy muy limitado en arquitectura, no lo sé ver. Pero si lo dice el autor nos lo tenemos que creer.

Habremos tenido ocasión de comprobar que la torre es una maravilla. No haremos ni caso de otros modernos edificios que hay a su lado, que nos pasarán desapercibidos por el impacto que nos habrá producido la pasada de edificio – como se dice ahora – como el que vemos. Al llegar casi al final de la Diagonal, a la calle de la Ciutat de Granada, giraremos en redondo para volver a bajar por la avenida en dirección mar por el otro lateral contrario al que hemos subido.

Bajando por la Diagonal (ligerísima bajada; que nadie se piense que es una rampa y podrá soltarse) volveremos a cruzar las mismas calles que hemos cruzado subiendo (ligerísima subida que no ha de haber matado a nadie), y veremos algún impresionante edificio, acabado o en construcción, que parece que quiera hacerle la competencia a la Torre Agbar. Pero no!, ni hablar!, ninguno le hace sombra. Y mira que los  hay, y más que habrá y veremos, porque estaremos en plena zona 22@bcn , el nuevo distrito tecnológico de Barcelona. (A esto de poner nombres nuevos -y a veces estrambóticos- en calles, distritos y barrios, somos muy aficionados los barceloneses; nos gusta complicarnos la vida, con lo fácil que es decir -cómo seguramente se seguirá diciendo- el Poble Nou).

Pasaremos por el lado del flamante Campus Universitario de Comunicación de Pompeu (no sé sí inaugurado oficialmente, porque un día que se tenía que hacer hubo un ajetreo con el polémico Plan Bolonia de por medio) en un magnífico y moderno edificio que forma parte de un complejo del sector audiovisual, construido en parte del espacio que ocupaba la fábrica de Ca l'Aranyó. Un acierto haber conservado este antiguo edificio d una fábrica textil fundada por unos ingleses el 1878 que, según dicen los que entienden, tiene un importante valor, dado que forma parte de l arquitectura industrial de Manchester. Los planos, los técnicos y la maquinaria, todo era británico; excepto el propietario que era un manresano, de nombre Claudi Aranyó.

Encontraremos la señal del Km 29 al atravesar la emblemática Rambla del Poble Nou, otra de las calles transformadas que conserva en cierto modo su esencia en la parte de abajo. Y volveremos a tener otra alegría: la de ver que ya hemos hecho veintinueve kilómetros ... y todavía estamos muy enteros.

Km 29 al 30

Es seguro es que corriendo por el Poblenou cómo estamos haciendo, podamos ver de lejos algunas chimeneas que se conservan como testimonio de que esta fue la zona industrial de Barcelona por excelencia. Según los historiadores, el principal núcleo de la industrialización española durante el siglo XIX, con fábricas de todo tipo, la mayoría hoy en desuso, y reconvirtiéndose en un espacio con empresas de alta tecnología que componen la llamada zona 22@bcn que decíamos antes, y alguna del sector de diseño, como la de Mariscal, el famoso creador del Cobi olímpico, que tiene su estudio a cien metros de donde pasaremos más tarde.

Y avanzando por la avenida Diagonal abajo, atravesaremos calles del Poblenou de toda la vida, como la de Lope de Vega -el Fènix de los ingenios que murió el 1635 después de haber sido soldado, sacerdote y escritor de una obra literaria inmensa- o el de Pere IV. En su cruce estaremos en  medio del ambicioso proyecto de transformación de la zona. Por todas partes veremos edificios rotundos. Cómo el que tendremos a nuestra derecha, un lujoso hotel de nombre poco afortunado, el Hotel Me, de 120 metros de altura.


Hotel Me

Nos impresionaría si lo viéramos -que no lo veremos- que en un solar debajo del hotel, en la zona de edificios espectaculares, hay gente que vive en barracas. No veremos el contraste porque malviven en el interior de solares cerrados por muros metálicos y tochos, que impide ver dentro. No los veremos, pero están (cuando menos estaban hace unos meses): decenas de familias y centenares de personas, según denunció la prensa, que se dedican a la recogida y venta de cartones y chatarra, y, como hace muchos años hicieron los que se instalaron en el Campo de la Bota, se han construido una barraca para subsistir.

Dejémoslo. Este escrito no va de denuncia social. Si lo he mencionado es sólo porque no quiero obviar la realidad que hay en el lugar y que nos pasará desapercibido.

Por la Diagonal también veremos unos raíles en el suelo. Son las vías del Trambesòs, la pareja del Trambaix que ya conocíamos porque “lo hemos visto!” hace mucho rato, cuando corríamos los primeros kilómetros del maratón por la parte alta de ’l avenida (seguramente más rápido que ahora que ya traemos treinta). El Trambaix y el Trambesós son, en efecto, una pareja de tranvías, que no veremos funcionar hoy, porque en honor nuestro no circularán.

Seguiremos bajando en busca del kilómetro 30 del maratón, lo cual querrá decir que ya sólo nos quedarán doce. Lo seguiremos haciendo por el lateral de la avenida de la Diagonal, la parte central de la cual está siempre llena de colegass, locos como nosotros por la cosa esta del correr. Y es que los cinco kilómetros entre ir y volver que tiene, es una magnífica medida. Hoy, pero, no habrá ningún forofo entrenando, ni aquí ni en ninguno otro lugar de la ciudad. O bien correrá el maratón como nosotros, o si no, estará animándonos y aplaudiéndonos en un cruce. Sería una auténtica heregia que estuviera, por ejemplo, haciendo footing por el cercando d’allí donde pasamos.

Y poco antes de la calle de Provençals nos dará un salto el corazón porque veremos el indicador del Km 30.

Km 30 al 31

Continuaremos bajando por la Diagonal y saldremos un momento del trazado. entraremos de nuevo para hacerla hasta el final (Decir que iremos “hasta el final” es un decir, porque en realidad es el principio de la avenida. Es sabido que todas las calles de Barcelona que no son paralelas al mar empiezan; y las que son paralelas lo hacen en Hospitalet, para entendernos).


Saldremos al encontrar la calle de Selva de Mar y la cogeremos para ir hasta la de Llull y girando a la izquierda elazarla. Pronto tendremos a nuestra derecha una parte del Parque de Diagonal Mar, uno de los parques más grandes de Barcelona, concebido por el desaparecido arquitecto Enric Miralles, que lo concibió, según dijo “...como un árbol que nace del mar y se ramifica como una mano abierta que, a la vez, simboliza los caminos del hombre a lo largo de su vida”. Lo diseñó a partir de un nuevo concepto de respeto por el medio ambiente. Por ejemplo, además del sistema de riego con aguas freáticas, hay una estructura de dunas que protegen la vegetación del aire del mar, la arena y la sal. Nos gustaría pasear por el Parque, pero hoy, por supuesto, no será posible. Lo veremos bastante rato, ahora, hasta que volvamos a la Diagonal y de nuevo después por el Paseo Taulat, pero no nos podemos quedar. Volveremos con la familia otro día.


Parque de Diagonal Mar
 
Volveremos a entrar a la Diagonal y nos encontraremos con el Centro Comercial Diagonal Mar, donde, en la esquina hay cada año un conjunto haciendo música para animarnos. Este año, por cierto, y por lo que se sabe, habrá un montón de puntos de animación a lo largo del recorrido, una cosa que es muy de  agradecer...especialmente a partir de ahora.
Especialmente a partir de ahora, porque a poco de llegar al final de la Diagonal encontraremos el Km 31. Parecerá mentira (o no), pero habremos hecho ya treinta y uno . Dicho de esta manera parecerá que ya me hecho lo más difícil. Pero, no. Incluso los más inexpertos saben, porque se lo han dicho cien mil veces, que el maratón empieza a partir del 30...o del 33 sí queréis. Es decir que lo que hemos hecho hasta ahora es un calentamiento largo. Que nadie de los que hoy hacen el maratón por primera vez -que me parece que son una buena cantidad- se asuste. Ahora, a partir de ahora, es el momento en el cual el entrenamiento que hemos hecho, y la ilusión que nos supone acabar una prueba mítica como esta, nos ayudará. Quizás lo pasaremos mal, pero, dejadme ser recurrente, como decía  Barack Obama: “Yes, we can”.
 


Km 31 al 32

Pasada la señal del km 31 llegaremos de nuevo a la Plaza de Levante para finalizar el trayecto que hemos hecho arriba y abajo de la Diagonal. Giraremos a la derecha por debajo del Hotel Princess, un rascacielos de una altura impresionante, y cogeremos el Paseo del Taulat, un nombre que nos hará suponer que en tiempo lejano debería de haber, aquí mismo, tablas de cultivo. El paseo, en este punto,  divide en dos el Parque Diagonal Mar, construido en una parte de los terrenos que ocupaba la antigua fábrica Macosa, otra de las industrias más importantes y emblemáticas del Poblenou, donde se hacían trenes, tranvías y vagones de metro.

En este lugar estamos haciendo el kilómetro treinta y dos, y dicen los que entienden, que a partir de  ahora es cuando realmente empieza el maratón. Es cuestión de hacerlos caso y tener cuidado, procurando no dejarnos invadir por la sensación de cansancio. A propósito, los que no han hecho nunca un maratón se preguntan cuáles son las razones por las cuales, cuando se está hecho polvo –se acostumbra a estar a partir del 32-, se puede aguantar hasta el final. La respuesta es compleja: la ilusión de acabar un reto te ayuda...el compromiso contigo mismo... haber dicho tantas veces a los tuyos que harás el maratón...saber que te espera alguien en la llegada... la recompensa de la “gloria prometida” al pasar la meta...Qué se yo! Lo cierto es que, a partir de ahora haremos los kilómetros que forman parte del grupo de los más consagrados del maratón: los que van del 32 hasta el 36-37. No es que los cinco o seis que resten después no lo sean de malévolos, pero dentro de aquellos acostumbra a presentarse - si se presenta, que a veces no - el famoso Muro del maratón (hay quién le dice “la pared”) y si se supera, los otros kilómetros son menos difíciles porque la proximidad de la llegada te da alas. Una observación al margen: parece ser que las mujeres -qué suerte que tienen- no suelen pasar el muro, o lo pasan con muchos menos problemas que los hombres.

Acabado el Parque Diagonal Mar, antes de girar a la izquierda para coger la parte baja de la calle Selva de Mar, veremos a la derecha un vestigio de hace más de un siglo, la Torre de las Aguas, que según los entendidos es una interesante muestra de arquitectura industrial, conservada en medio de las modernas edificaciones de la nueva zona.
 
La imponente Torre de las Aguas  fue construida el 1882 y formaba parte de la desaparecida Macosa, a pesar de que, originariamente fue concebida para extraer agua del río Besòs y comercializarla. Un objetivo, este, que no se pudo realizar porque el agua no era potable. Fue un desastre porque no se tuvo en cuenta que el mar estaba muy cerca y generaba filtraciones saladas. El fracaso fue tan grande, que el empresario que había financiado la obra no pudo superarlo y se suicidó tirándose desde lo alto de la torre. Y para referirnos al lugar con una historia menos macabra, digamos que también muy cerca, a nuestra derecha, pasada la torre, hay un espacio que fue otro complejo fabril del siglo XIX y se ha conservado la estructura de los edificios. Ahora le llaman Palo Alto, y es una Fundación donde hay varios pequeños talleres y empresas, una de ellas de Javier Mariscal, el creador del Cobi, que tiene un estudio donde trabajan -no lo hubiera dicho nunca-más de 40 empleados.


Torre de las Aguas

Giraremos por Selva de Mar mientras veremos, a la izquierda, un edificio singular. Se denomina l'Illa de la Llum (la Isla de la Luz), un conjunto de tres inmuebles de diferentes alturas, que se caracterizan por sus persianas correderas de aluminio. Desde que se inauguró, las opiniones sobre el edificio han sido de todos colores: desde los arquitectos y urbanistas más progresistas que lo encuentran admirable, hasta la gente de la calle que dice que les recuerda como unas casas que han sufrido un bombardeo. Vosotros mismos. A mí no me desagradan. Lo que es seguro es que no son, como se decía en tiempo de dictadura de determinadas viviendas populares, “casas baratas”. Y al final de Selva de Mar giraremos a la derecha para coger el Paseo de García Faría, donde nos estará esperando el Km 32.

Km 32 al 33

En este punto estaremos rodeados de edificios de viviendas, casi todos construidos para hacer el negocio del tipo “apartamentos turísticos”, que se alquilan para fines de semana. Parece ser que se puede llegar a pedir -no sé sí también pagar- entre 400 y 600 euros por una noche. Ya lo decía hace rato: el espacio se ha transformado, y mucho. Antes, al barrio del Poblenou le decían el Manchester Catalán porque se concentraban fábricas. Ahora, y más que habrá, viviendas de alto estanding donde vive la gente guapa.

El Paseo de García Faría que habremos cogido lleva el nombre de un ingeniero de caminos y arquitecto del siglo XIX que aportó a la ciudad la reforma de las cloacas. A pesar de que hay documentos y muestras que acreditan que en Barcelona había alcantarillado en la época romana, no es seguro que hubieran hace doscientos años. Cómo sea, el trazado del sistema moderno del subsuelo se debe de a este barcelonés, a quien honoramos poniéndole el nombre de esta calle.
 
Un apunte curioso, hablando de todo esto: el subsuelo actual de Barcelona es atravesado por más de 1.700 kilómetros de cloacas...que pronto está dicho. Muchas gracias señor García Faría!

Otra curiosidad observada por el abajo firmante entrenando por Barcelona. Mirando al suelo por no romperme la crisma, he comprobado que las únicas tapas metálicas que dan acceso a las infraestructuras subterráneas de la ciudad que están rotuladas felizmente en catalán son las del "Alcantarillado"; las demés ("Agua potable", Señales de Tráfico", etc) deben de ser de hace mucho tiempo...


Tapa del alcantarillado de Barcelona

Dejaremos el paseo cuando llegamos a la parte de bajo de la calle Jonquera y, no hay más remedio: tendremos que subir el puente del final de la calle para coger la Avenida del Litoral. El puente es el desnivel por debajo del cual pasa la Ronda del Litoral, y se tiene que decir que es corto pero bastante incordiante, especialmente ahora que estamos en el kilómetro 33, el momento en el cual empiezan todos los males. Nos “salvará”, no obstante, poder intuir que tenemos el mar cerca, que siempre relaja, porque habremos llegado a la zona de las playas en este momento.

El giro para coger la Avenida del Litoral lo haremos muy cerca, a la izquierda, de la pista d’atletismo de la Marbella anexa al polideportivo del mismo nombre, un lugar conocido porque es el Cuartel General de la Cursa dels Nassos. Y en cuatro zancadas –quienes dice cuatro dice cinco o seis- encontraremos la señal del Km 33. Un apunte: la pista se construyó en los terrenos donde el Canaletes tenía hace unos años una pista de tierra – no de tartan como es la de ahora que es un lujo - donde quizás más de uno de los que participan hoy en el maratón haya hecho alguna carrera o algún salto. Sí es del Poblenou y un poco veterano o veterana es casi seguro, porque el Canaletes es un entrañable club del barrio, que hace unos años estaba presidido por el doctor Lluís Bertran, un ex campeón de Cataluña de 100 metros lisos dotado de un carisma especial que contagiaba su pasión por el atletismo al más pintado.

Km 33 al 34

A la izquierda de nuestro paso hay tres playas por las cuales pasaremos muy cerca: la de la Mar Bella, donde se puede practicar nudismo; más adelante la del Bogatell; y finalmente la de la Nueva Icaria, muy tranquila, la preferida por las familias con niños.

Tan punto habremos enlazado la Avenida del Litoral, que a pesar de que es en dirección contraria hoy tenemos permiso, veremos la Torre Marfre y el Hotel Arts a un kilómetro y medio. Y detrás de estos dos edificios singulares de Barcelona, en la lejanía, la montaña de Montjuic y el Castillo.

Que veamos el Castillo de Montjuic lejos, muy lejos, no es de extrañar, porque, como decía el columnista Narcis-Jordi Aragó en un diario, a propósito del ajetreo que se formó hace unos años por la devolución del Castillo a la ciudad, “...no es extraño que la distancia entre los catalanes y el castillo haya llegado a ser prácticamente infinita”. Lo escribía rememorando lo que ya decía el famoso escritor Josep Maria de Sagarra hace más de setenta años al referirse al poco contacto moral de los ciudadanos con el lugar: “El castillo es la cosa más antibarcelonina que existe; si hay dos cosas que no liguen son el castillo y los gorriones de la Rambla”.

Volviendo a la cuestión de las playas, lo cierto es que los barceloneses nos hemos aficionado cada vez más a los baños de mar. Desde un poco antes de los Juegos Olímpicos se ha recuperado el frente marítimo de la ciudad y se ha producido un cambio histórico en este aspecto porque las playas se han integrado a nuestra vida cotidiana. Uno recuerda que cuando era pequeño, esto no era así, en buena parte porque durante la posguerra, a las playas de Barcelona no se podía ir. Con excepción de la que  llamávamos de San Sebastián, en la Barceloneta, el resto -las que hoy hacen tanto gozo- eran vertederos inmensos de escombro y desechos.

Ahora es una suerte poder bañarse en estas playas hombres y mujeres juntos. Pero siempre no ha sido así. En el siglo XIX había que enfrentarse a la estricta moral de la época, a pesar de que algunos no le hacían demasiado caso. Los más atrevidos incluso se bañaban desnudos. Y no serían pocos cuando el Ayuntamiento elaboró varios edictos prohibiendo bañarse desnudos. Uno de ellos decía textualmente: “Prohibo y vedo que de hoy en adelante, persona alguna de cualquiera edad, sexo y condición que sea, se desnude, lave ni nade, en toda la playa”. Unos años más tarde, se era algo más progresista -no mucho- y dejaban nadar. Hacerlo en plan nudista, no obstante, estaba castigado con una multa de cinco pesetas, y no era posible, como lo ilustra este otro bando del Ayuntamiento de Sant Martí (el pueblo originario del lugar donde estamos corriendo ahora) de agosto de 1872: “La personas de ambos sexos que quieran bañarse no podrán verificarlo completamente desnudas, debiendo llevar, a lo menos, pampanilla (taparrabos)”.
Ahora bien, los que seguían la estrica norma de enseñar el mínimo de cuerpo tenían que hacerlo por separado: los hombres y las mujeres no se podían bañar juntos. No fue hasta principios del XX que se autorizó la coexistencia de los dos sexos; y aún así, cuando los baños de San Sebastián abrieron una zona mixta en la playa, se produjo un fenomenal escándalo. En los años 20, la moral era muy estricta por todas partes, no únicamente en Barcelona, por supuesto. En todo el mundo estaba prohibido que las mujeres enseñaran demasiado muslo en las playas. A las del este de Estados Unidos, la policía controlaba la distancia de la falda sobre la rodilla


Una playa del este de Estados Unidos. 1922

El mes de marzo no es la época, pero en verano, estas playas por el lado de las cuales estamos pasando, son un hervidero de gente de lo  más variada: desde vendedores de cien mil cosas (latas, pareos, mecheros, helados...), tatuadores que por cuatro o cinco euros te tatuan un cangrejo donde quieras... guiris de piel roja encendida comiendo paella en alguno de los chiringuitos que hay... vecinos del Poblenou que a su lado juegan al dominó... y también gente nadando en el mar, claro.
Seguiremos viendo durante este kilómetro por la Avenida del Litoral, ahora algo más cerca, las dos torres gemelas nuestras, la Mafre y el Hotel Arts, y el Castillo de Montjuic, a pesar de que este sigue lejos, muy lejos. De hecho, la vez que tenemos más cerca el Castillo, los que corremos, es en noviembre de cada año, por Todos Santos, cuando la Cursa de l’Amistat que acaba en el Tibidabo después de atravesar Barcelona empieza a sus puertas.

Un apunte sobre el lugar donde estamos: años atrás, había aquí el Somorrostro, un barrio de barracas en la misma playa, que se extendía desde la desembocadura del río Bogatell hasta l’Hospital d’Infecciosos (Hospital del Mar). Estaba habitado por la gente más desfavorecida de la ciudad, la mayoría gitanos, donde nació la bailaora Carmen Amaya, una figura mítica del baile flamenco aclamada en todo el mundo, especialmente en los Estados Unidos. En sus memorias, la artista, que nunca rehuyó de sus orígenes, explicaba que su barraca, ante la cual bailaba de pequeña, se inundaba con frecuencia del agua del mar de tan cerca que la tenía de la playa. Tiene una fuente y una calle con su nombre cerca de donde pasamos -entre nuestro camino y el Cementerio del Poblenou - y muerta prematuramente, dejó escrito que, catalana como era, quería ser enterrada en medio del Empordà, en Begur concretamente, donde así fue el año 1963.

No lo veremos, pero pasaremos como decía, muy cerca del Cementerio del Poblenou, el más antiguo de Barcelona, construido en el siglo XVIII fuera de las murallas de la ciudad para erradicar la costumbre de enterrar a la gente dentro de las iglesias. El lugar es un prodigio en cuanto a figuras escultóricas y panteones, hasta el extremo que cada primer domingo de mes se hacen visitas guiadas, donde un guía explica y muestra lo mejor de la arquitectura y la escultura funeraria de la época. Aunque hoy coincide que es primer domingo de mes, no pasaremos porque estamos por otra cosa más divertida. Si lo hiciéramos, a pesar de que es un cementerio, veríamos cosas divertidas no obstante: por ejemplo algunos epitafios que hay en algunas lápidas. En una se puede leer: “ Un metge, no diré qui, sols un dia em visità. Un vomitiu m’ordenà i respongui que no el volia; em digué que em curaria...i vaig morir l’endemà” (“Un médico, no diré quién, sólo un día me visitó. Un vomitivo me ordenó y respondí que no lo quería; me dijo que me curaría...y morí al día siguiente”

Continuando por la Avenida Litoral pasaremos el Parque de la Nueva Icaria a nuestra derecha, y a su altura nos encontraremos el indicador del Km 34.

Km 34 al 35

Después de pasar la Plaza de los Campeones giraremos a la derecha por la calle del Arquitecte Sert para girar a continuación hacia la izquierda por la de Salvador Espriu (famoso el primero por haber diseñado la Fundación Miró de Montjuic entre otras cosas, y famoso el segundo por haber escrito obras capitales de las letras catalanas).

En este punto nos encontramos de lleno en lo que fue la Villa Olímpica de los Juegos Olímpicos de Barcelona del 92. Todo el lugar respira deporte; desde las viviendas de los atletas a nuestra derecha, hasta los lugares alegóricos, que hay unos cuántos, y esto de seguro que nos ayudará un poco en nuestro “olímpico” esfuerzo. Fijémonos: en la Plaza de los Campeones -cuesta de ver porque está un poco escondido por las plantas- en el suelo de la plaza están las huellas en cemento (habían sido de metal pero las robaron) de diez deportistas de leyenda : Kubala, Di Stefano, Garry Kasparov, Eddy Merckx, Carl Lewis, Mágic Johnson, Pelé, Johann Cruyff, Indurain y Sergey Bubka. Y por si no había bastante, a continuación llegaremos a la Plaza de los Voluntarios Olímpicos. Es decir que por deporte que no quede.

Al pasar por aquí, no podremos sustraer’ns a que en los pisos actuales de la Villa Olímpica se alojaron todos los míticos deportistas olímpicos, desde el velocista y saltador Carl Lewis, hasta todos los corredores de los maratones masculino y femenino (por hacer mención a una cosa que nos es tan cercana).


Carl Lewis saltando en el Estadio. Juegos de Barcelona’92

Una precisión: todos los deportistas no se alojaron en la Villa Olímpica, porque los del equipo de baloncesto USA, los multimillonarios Michael Jordan, Mágic Johnson, Larry Bird, etc..., hicieron la estancia en un hotel de gran lujo.

Cómo sea, y quizás  influidos por el lugar, incluso nos parecerá al pasar que oímos cantar “Baaaaarceloooona” a Montserrat Caballè y Freddy Mercury, o "Amigos para siempre... Means you'll always be my friend...” a Josep Carreras, desde el estadio.

Justo a ambos lados de la Plaza del Voluntarios Olímpicos, donde hay un surtidor de agua de notables dimensiones, veremos, ahora sí, absolutamente cerca, los dos rascacielos que hace rato que veíamos, ambos de una altura de 153,5 metros, los más altos de Barcelona: Torre Mafre, que es un edificio de oficinas con un centro comercial en la planta baja, y el Hotel Arts que tiene 456 habitaciones. Hemos preguntado si hoy hacen algún descuento por ser maratonianos y nos han dicho que no. El que quiera la Presidential Suite, sólo vale 8.000 euros la noche. Eso sí, con aquello que dicen skyline, con vistas al mar, a la montaña, a todas partes.

Al llegar a la plaza giraremos para coger a la derecha la calle Marina, pero antes habremos visto de reojo, cerca del mar y al pie del Hotel Arts la escultura dorada denominada El Peix d'Or (El Pez de Oro) por sus reflejos del sol, diseñada por Frank O.Ghery. Al girar, también veremos enfrente nuestro a la izquierda y junto al surtidor, la de -para mí, extraña a pesar que de buen mirar- escultura no figurativa David y Goliat, una careta de un gigante sustentada por tres patas. Los entendidos dicen que la obra quiere simbolizar la victoria que supuso transformar una zona degradada como era esta en un espacio tan lucido. Repito: lo dicen los que saben de que va.


David y Goliat en la Villa Olímpica

Y en la calle Marina nos encontraremos con el indicador del km 35, y quizás nos preguntaremos -ojalá- qué es aquello que dicen de “El Muro del Maratón”.

Km 35 al 36

Cuando se empieza a pasar indicadores quilométricos del tipo de los que estamos pasando, uno se da cuenta que está haciendo algo de cierta trascendencia. Soy de los que piensan que para que crezca el número de maratonianos se tiene que proclamar que el maratón lo puede hacer todo el mundo -cualquier persona sana- , pero esto no quiere decir que no se tenga que preparar, y aún así, no sea difícil correrla. Y especialmente en este umbral de kilómetros es cuando se ponen a prueba las capacidades que se tiene para la distancia.

Estaremos de suerte, pero, porque cada vez más, iremos encontrando lugares y espacios urbanos muy significativos de Barcelona desde aquí al final de los 42, la simple visión de los cuales nos tiene que servir extraordinariamente para ayudarnos. Seguramente, también encontraremos más gente por la calle animándonos. Todo ello nos tiene que servir para lograr nuestro reto.

Marina arriba -una vía que tiene un nombre que conmemora las glorias de la marina mercante y la marina militar catalanas-, habremos pasado el Parque de Carles l y no nos habremos fijado porque basta trabajo tendremos. Si lo hubiéramos hecho habríamos visto, dentro del parque, no muy lejos de nosotros, una curiosa escultura denominada “El Culo”, de l’escultor cántabro Eduardo Úrculo. Cuando se inauguró, hace unos años, el hombre dijo que "Barcelona será la primera ciudad occidental que tiene un monumento al culo. Una escultura que tiene algo de monumento griego, que evoca el Mediterráneo y su cultura hedonista”. Ciertamente, la escultura es  insólita. La que más de todo el recorrido del maratón. Y mira que hay bastantes.


El Culo en el Parque Carles I

Tampoco habremos visto que en medio del parque, muy cerca nosotros también, se conserva una piedra que señalaba el límite de los municipios de Barcelona y Sant Martí de Provençals, este último anexionado el año 1897. Hay unas letras grabadas en la piedra que pueden causar extrañeza, una B y unas SM (iniciales de Barcelona y Sant Martí) que indican claramente su función. Sí vemos de lejos el pequeño monolito, no lo confundamos con el letrero del km 36, que todavía estará lejos. 

Habremos atravesado por Marina las calles del Doctor Trueta, de Ramon Turró y de Llull y nos encontraremos la calle de Pujadas donde giraremos a la izquierda. Dos manzanas más allá, la calle se convierte en Paseo, más ancha, con el Parque de la Ciutadella a la izquierda. Un parque que ocupa los terrenos de la ciudadela que hizo construir Felip V después del 1714, ya nos podemos imaginar porqué. Un parque, todo dicho de paso, lleno de historia: donde en 1888 se celebró la primera Exposición Universal que se hizo en Barcelona; donde jugó el Barça y el Espanyol a principios del siglo pasado; donde se hacían carreras a pie en los años veinte; donde acababa el maratón algún año de los ochenta... También un espacio que alberga el Zoo de la ciudad y el Parlament de Cataluña. Una curiosidad a propósito; el Parlament, que lo fue a partir del 1932, fue un museo de arte durante el franquismo, y el Salón de Sesiones fue clausurado para que nadie entrara, no fuera caso.

Avanzando por el Paseo de Pujadas llegaremos al comienzo de otro paseo, el de Lluis Companys, que habremos de coger donde nos esperará el indicador del Km 36.

Km 36 al 37

Dos pasos más del Paseo de Pujadas mientras vemos el espléndido edificio del Castillo de los tres Dragons de Domènech i Montaner que hay al final de este paseo, a l’izquierda. Un restaurante que fue para las celebraciones de la Exposición Universal de 1888, convertido más tarde en el Museo de Zoología. No llegaremos porque giraremos para subir por el Paseo de Lluís Companys e ir a pasar por debajo del Arco de Triunfo, la puerta monumental que daba acceso al recinto de la exposición.

Antes de cruzar el Arco de Triunfo, y al empezar el Paseo de Lluís Companys, habremos visto un monolito dedicado a Ríus y Taulet, el alcalde de Barcelona que promovió aquella exposición del de la cual hay tantos vestigios en este lugar. Más arriba, a la derecha, el monumental Palacio de Justícia edificado en 1887, y aunque modernista no muy bonito por fuera pero interesante por dentro, con murales del pintor Josep Maria Sert. Y también nos habremos encontrado en el paseo algunas farolas ochocentistas, de cierto parecido con las del Paseo de Gràcia y la Avenida Gaudí, parterres de césped y palmeras en cantidad.

Pasaremos por debajo del Arco de Triunfo como triunfadores que somos – disculpad la arrogancia – porque por el solo hecho de ponernos un dorsal para intentar hacer un maratón lo somos. Y lo cruzaremos rememorando que este mismo Arco era hace unos años la línea de llegada de la carrera Jean Bouin, el final de un recorrido que se iniciaba en Esplugues


Llegada de la Jean Bouin. Año 1928
 
Y a propósito del Arco de Triunfo, y a propósito también de que hoy estamos pasando por lugares de tanta belleza arquitectónica, un apunte curioso: según dicen los entendidos, la arquitectura se relaciona a menudo con el erotismo. Hay libros y documentos que hablan de ello: un artículo de L’Informatiu del Colegio de Aparejadores hace mención a lo que dijo una historiadora de arte al respecto con motivo de la Exposición Erótica Architectonica de Terrassa: “(...) estoy convencida de qué Eros está siempre escondido a la psique de l’arquitecto”. No es de extrañar, pues, que haya obras como las que hemos visto hasta ahora durante el recorrido, La dona i l'ocell (La mujer y el pájaro), o la Torre Agbar, relacionadas con el género masculino, y el Arco de Triunfo con el femenino. Insisto, lo dicen los entendidos.

Una vez  pasado el Arco del Triunfo haremos un pequeño trozo del Paseo de San Juan hasta la Ronda de Sant Pere. Giraremos a la izquierda, justo en la esquina, donde hay un pequeño monumento a Lluís Companys, el presidente de la Generalitat fusilado por el franquismo. Lo componen un medallón con su rostro y el de una chica que lleva un pañuelo en la mano. La historia que inspiró al escultor Francisco López Hernández para realizar la obra es bonita: debido a los hechos de octubre de 1934 (una revuelta de Cataluña y Asturias contra un gobierno de derechas), Companys fue encarcelado. Una adolescente, de nombre Conxita Julià, le escribió un poema, "Al meu Aire" (“A mi aire”), que el presidente le agradeció por carta. Cuando Companys fue liberado y pudo volver a Barcelona, la chica se presentó ante él, se identificó y le pidió un recuerdo. Companys le dio el pañuelo que siempre llevaba al bolsillo de la chaqueta diciéndole “Guárdalo y ámalo siempre…y ama a Cataluña”. Convertida en poetisa, Conxita Julià, una señora septuagenaria, asistió al acto de inauguración del monumento el año 1997.

Apenas empezar la Ronda de Sant Pere, a la izquierda, hay una de las tiendas casi centenarias de Barcelona, la Ferretería Rafols. Se inauguró el año 1919 y es un establecimiento familiar. Tienen de todo lo qué hace falta en una casa, como rezan sus espectaculares letreros de hierro forjado que no nos costará nada de ver: "Droguería, utensilios domésticos, tornillería, herramientas y cerrajería”.

Pasaremos la calle Bailen, y a continuación veremos el monumento a Rafael Casanova a nuestra derecha. Al pasar, seguro que recordaremos la lucha que este consejero  -uno de los últimos consejeros del Consejo de Ciento, la institución que cómo tantas otras fue cercenada el 1714- mantuvo hace tres siglos, y quien sabe si recordar su epopeya no nos dará también fuerzas para acabar de hacer los kilómetros que nos quedarán para llegar a la meta.

Y al cruzar por la ronda la calle de Bruc, un nombre que recuerda un lugar de otra epopeya, veremos un indicador de aquellos que impresiona ver, el del Km 37.

Km 37 al 38

Más adelante creeremos la Plaza Urquinaona, donde algunos no podremos dejar de girar la mirada hacia la derecha para ver  el edificio del mismo nombre de la plaza, aquel que sólo tiene veinte pisos, pero que íbamos de pequeños a verlo porque era “el rascacielos más alto de la ciudad”.

Y también, al pasar por la plaza, muchos de nosotros rememoraremos que a cuatro pasos, a la zquierda, había la entidad Marathon Cataluña de la calle Junqueres, una auténtica institución en sus inicios y durante muchos años para los aficionados a correr. La fundó Ramon Oliu, un químico que trajo de Estados Unidos la moda de correr maratones y cursas populares en contraste a la forma de practicar el atletismo en aquella época, restringida a hacerse únicamente en los estadios. Él fue quién organizó el primer maratón popular que se hizo en Cataluña y entodo el Estado , el año 1.978 en Palafrugell. Él fue quién contagió  su pasión a mucha gente, y el año 1.980, la prueba ya se celebró por primera vez en Barcelona ciudad.


"La esencia del correr". Libro de Ramon Oliu
En los años ochenta era frecuente encontrarse con muchos  corredores en este local de la calle Junqueres que ahora recordamos, y hacer comentarios sobre la locura común -no había internet - mientras esperabas turno para inscribirte en alguna de las entrañables pocas cursas que entonces había, y a las cuales apoyaba la asociación. Los que hoy estamos corriendo - los que tuvimos la suerte de conecerlo y los que corren sin haberlo conocido- estamos, de alguna manera, rindiendo un homenaje a la figura de Oliu, desaparecido en el 2005. Se hará especialmente vivo el recuerdo al pasar tan cerca del lugar donde creó él una entidad que - presidida más tarde cronológicamente por  Raimon Vancells, Adolf Torruella, Domingo Catalán y Rafael Salinas - fue la cuna del movimiento popular que tanto ha arraigado en el mundo del correr. Al pasar tan cerca da donde germinó, te recordaremos, Ramon Oliu, y te lo agradeceremos.




Y a continuación, pasado Urquinaona, llegaremos por la Ronda de Sant Pere a la Plaza de Cataluña. Una vez en la Plaza bajaremos por delante de El Corte Inglés a buscar el Portal del Àngel. Al hacerlo, acostumbrados cómo estamos a ver tantos autobuses, tantos coches, tantos peatones por metro cuadrado, tanta aglomeración en definitiva, nos sorprenderá que esta mañana de hoy, felizmente, no sea así. Los que estarán en la Plaza Cataluña estarán para aplaudirnos, y por todo ello, será especialmente atractivo correr por el lugar.

Al empezar la Avenida del Portal del Àngel no nos estaremos de ver la temperatura que tenemos – ojalá sea baja – en el termómetro gigante de Can Cottet, la tienda de óptica que, inaugurada el año 1902, es la más antigua de Barcelona. El termómetro tiene una altura de cinco pisos y se ha convertido en un reconocido símbolo ciudadano desde que se instaló hace más de cincuenta años.

El circuito de este maratón es ciertamente muy  ilustrativo de lo que es nuestra ciudad. Si hasta ahora hemos pasado – qué suerte hacerlo corriendo una vez al año al menos - por zonas modernas... noucentistes... ex-industriales... vanguardistas..., ahora nos adentraremos, nada más y nada menos, en la Barcelona medieval, e incluso, en la romana de hace dos mil años.

El Portal del Àngel fue una de las puertas de entrada y salida de la ciudad amurallada, por la cual, subiendo por el camino que hoy es el Paseo de Gràcia se iba directamente al pueblo de Gràcia. Ahora, la avenida es un paso sin tráfico, restringido a peatones y con tiendas de lo más chic, y algunos edificios que hacen recordar el esplendor que tuvo en una época. Por ejemplo, el de Can –Jorba ahora El Corte Inglés - a la derecha de nuestra bajada, donde por años que pasen se recordará que, a primeros de enero, íbamos a entregar la carta a los reyes casi todos los niños y niñas de Barcelona. Y donde, inevitablemente, el rubio nos preguntaba si nos habíamos portado bien, y, invariablemente, le mentíamos, temerosos de quedarnos sin el excalèxtric o sin la muñeca que hablaba.

Al final del Portal del Àngel cogeremos la corta calle de Arcs, y al llegar a la Plaza Nova nos encontraremos el edificio del Colegio de Arquitectos a la izquierda, con los plafones de Picasso en la fachada; en frente, la que era la puerta de la salida de la ciudad en la época medieval y que ahora es donde empieza la calle del Bisbe; y a la derecha, no hace falta mirar porque es de un barroco austero y sin ningún atractivo, el Palacio Episcopal.

Giraremos a la izquierda para coger la Avenida de la Catedral y pasaremos por delante del Hotel Colon, el origen del cual contiene una curiosa anécdota: parece ser que por los años cuarenta, acabada la guerra, vino un italiano adinerado a Barcelona para visitar la catedral, y al no encontrar habitación en ningún hotel cerca, el magnate decidió, para otra ocasión,  construir uno justo delante de la iglesia. El hotel presume de haber sido alojamiento de escritores como Ernest Hemingway o Tennesse Williams, y de artistas de cine como Vittorio Gassman o Sofia Loren, y durante más de diez años, residencia diaria del pintor Joan Miró.

Seguiremos por la Avenida de la Catedral, un espacio al cual todos le decimos siempre "Plaza", por cierto, y pasaremos por delante de La Catedral. La construcción que vemos se inició en 1298 sobre unos terrenos donde había existido la primitiva catedral, los datos conocidos de la cual se remontan a l año 343, es decir hace diecisiete siglos, que ya son siglos. La fachada es la obra más reciente, de finales del siglo XIX concretamente.

Al pasar por el lugar nos encontraremos la señal del Km 38. Y una curiosidad: la catedral de Barcelona tiene 13 campanas. Todas tienen un nombre, la mayoría un nombre de mujer: la Eulàlia, la Honorata, la Tomasa, la Merced, la Prima, la Dominica, la Tecla, la Nona, la Oleguera, la Vedada, l’Esquella alta, l’Esquella baja y Cristina. Todas y cada una tienen su historia. El nombre se los ponía el obispo o un delegado suyo; no sé si ahora también lo hacen: una de  ellas, Cristina, es la más nueva y se le puso este nombre porque la lnfanta se casó a la catedral. Había una el siglo XVl, de nombre la Severa, conocida como “El seny del Lladre” (“La cordura del Ladrón”), y tocaba hacia el anochecer para indicar que era “la hora de tomar las medidas adecuadas”.


Campanas Eulàlia y Honorata

Las que tienen más leyenda son la Eulàlia, la más grande, de 3 toneladas de peso, que es la que toca las horas, y la Honorata, la de los cuartos. La primera fue bautizada por Alfonso XII con este nombre, en recuerdo de la santa; la segunda sustituye a una que retiró Felip V como castigo porque repicaba en todos los motines que había en  Barcelona. 

Km 38 al 39

Al acercarnos a la Vía Laietana por el llano de delante  de  la catedral, podremos ver el colorista tejado del reconstruido Mercado de Santa Caterina a la derecha, a lo lejos, obra del arquitecto Miralles. Al encontrar la Vía Laietana giraremos a la derecha y la bajaremos. No hace falta decir que si no fuera porque llevamos encima 38 kilómetros, la Vía Laietana la bajaríamos a toda pastilla. Es una calle que invita a hacerlo. Cómo que no será así, haremos bien, al pasar, de mirar a la derecha para admirar las murallas y la parte de detrás del Palau del Rei al cruzar la plaza de Ramon Berenguer.

Pasaremos por la parte de atrás del Palacio del Rey, una maravilla más del recorrido y un regalo para la vista -si no hay ningún autocar aparcado que haga la pascua- con Ramon Berenguer III el Grande saludándonos desde encima de su caballo. La estatua, realizada por Josep Llimona en 1920, estuvo, por cierto, acompañada de la polémica cuando el escultor Frederic Marès, treinta años después, le añadió al caballo una cola diferente de la que tenía el original, mucho más larga, no se ha sabido nunca porqué.

A poco llegaremos a la Plaza del Àngel, que se llama así porque en este punto, y según la leyenda, un ángel detuvo el martirio a que estaba sometida la pequeña Eulàlia en el siglo I (la tiraron rodando dentro de una bota llena de vidrios por la calle actualmente denominada Bajada de Santa Eulàlia), más tarde santa y patrona de la ciudad, en competencia siglos después con la Merced.



La Vía Laietana en construcción
El nombre de Vía Laietana proviene del pueblo ibérico preromano de los layetanos, que vivían en el territorio que rodea la ciudad. Fue proyectada por Cerdà como una vía de comunicación entre el Eixample y el puerto. También fue pensada para facilitar las cargas policiales para controlar los disturbios que se formaban en la ciudad antigua. El trazado de la vía pasa por medio del que hasta los inicios del siglo pasado era un abigarrado conjunto de calles estrechas y antiguos edificios, que fueron derruidos para que pudiera descongestionarse la ciudad. Se aprovechó el momento para hacer un túnel subterráneo para que pasara el metro; se destruyeron más de dos mil casas y algunos palacetes –no sin protestas- pero las obras permitieron, además de las ventajas para el tráfico, dar visibilidad a las murallas romanas y los edificios góticos que rodean el  Palau del Rei. Un regalo para la vista.



La Vía Laietana no tiene ningún árbol. Dicen que fue diseñada con estilo de la Escuela de Chicago, y ciertamente, tiene una retirada con lo que sabemos de las ciudades norteamericanas por las películas. Quizás por eso, no parece un lugar que haya sido nunca muy habitado por vecinos. La calle, desde el primer momento, estuvo ocupado por despachos y sedes de grandes empresas. No es un lugar para pasear. A pesar de todo, la Vía Laietana es a menudo un marco para hacer películas. Desde Apartado de Correos 1001, una policiaca de los años cincuenta que tuvo un enorme éxito, hasta Vicky Cristina Barcelona, donde Woody Allen rodó una secuencia con un correfoc. También se filmaron escenas de Darkness, una de terror, que provocó más de una sorpresa a los peatones desprevenidos al simular el director un accidente de automóvil. Y de Mar adentro de Amenabar, donde el edificio de Correos que hay al final de la calle simulaba el juzgado que negó al tetrapléjico Sampedro el derecho a poner fin a su vida.

También, hablando de cine, hay que decir que en la Vía Laietana había dos salas hasta hace unos años. Una arriba del todo, el Palacio del Cinema, y la otra por donde estaremos pasando ahora, el Cine Princesa, un local que después de cerrar sirvió de alojamiento para un grupo de okupas durante unos años, hasta que los desalojaron el 1996 con una acción muy criticada por la contundencia con que lo hizo la policía.

Llegaremos al final de la Vía Laietana, donde hay el edificio de Correos a la derecha y la plaza de Antonio Lopez a la izquierda. Como curiosidad, junto al edificio había hace años una salida de metro, ahora cerrada con una reja en el suelo. Era la estación de Correos de la línea 3, y se cerró el 1972 -quizás después de abrir la de la Barceloneta- convirtiéndose con una estación sin uso. Si alguien va despacio -y no quiere hacer marca- se puede acercar a la reja; no verá nada, pero captará el misterio que rodea esta estación olvidada (estación “fantasma” la llaman algunos).
 
Pasado Correos giraremos a la derecha para enlazar con el Paseo de Colon y a poco del giro veremos la señal del Km 39.

Km 39 al 40

A la izquierda del Paseo de Colon por donde estamos hay el Muelle de Bosch y Alsina. Una curiosidad: se le puso oficialmente este nombre porque corresponde al de un alcalde de Barcelona de los primeros años del siglo pasado que impulsó la ampliación del puerto, pero se le dijo, y se le dice popularmente Moll de la Fusta (Muelle de la madera) por las connotaciones de su nombre, “Bosque” y Alsina “. Al lado derecho tendremos el edificio de la Capitanía, y algo más allá la Plaza del Duque de Medinaceli, una antigua plaza donde hubo un convento de franciscanos, el de Sant Francesc, construido en el siglo XIII, que servía para que los reyes de la corona de Aragón que venían por primera vez a Barcelona juraran públicamente las constituciones. Más recientemente –no hay que decirlo- Almodovar filmó escenas para su película “Todo sobre mí madre”. También, en la plaza, habia hasta hace poco uno de los bares más antiguos de la ciudad, Paulino, que tenía más de 150 años y que sólo cociban para los clientes fijos; los ocasionales se tenían que conformar con un bocadillo.

Pasada la plaza llegaremos a continuación al Portal de la Pau donde nos esperará la estatua de Cristobal Colon. Ya pesar de que estaremos un poco tocados, no nos confundiremos; sabremos que nos dice que hemos de ir hacia la derecha. Le haremos caso al señor Colon. Iremos hacia la derecha, donde nos dirige él con su dedo de medio metro, para pasar por el Paseo de Josep Carner por delante del extraordinario edificio de les Drassanes, el lugar donde hacían los barcos en la Edad Media, el más grande y más completo astillero medieval que se conserva hoy en el mundo, y una de las mejores muestras de la arquitectura gótica civil de los Países Catalanes.



Puerta de Santa Madrona al Paralelo


Y al llegar a la Plaza de les Drassanes, una gran rotonda bastante fea, donde hay un montículo de piedras negras en medio (hace años, cuando se inauguró, quería parecer un volcán porque emergía vapor de agua) giraremos para coger el Paral•lel, lo cual quiere decir que el maratón se acaba. Parecía que no se acabaría nunca, pero se está acabando. Ahora, a falta de  poco más de dos kilómetros, lo más difícil, para mí, ya ha pasado. Tendremos que mantener el ritmo tanto cómo podamos, deberemos levantar las rodillas un poco, tendremos que visualizar la pancarta de llegada, tendremos que..., pero ya casi la tenemos.
 
El Paral•lel es una calle donde a principios del siglo pasado, antes de la guerra, el jolgorio, según dicen, estaba asegurado a todas horas. Ahora no. Y hoy, justo en este momento, de desmadre lo más mínimo. Y ya nos va bien: concentración y nada más que concentración es lo que necesitamos.

A pesar de estar concentrados, no dejaremos de admirar el trozo de Muralla y la Puerta de Santa Madrona que tendremos a la derecha. Valdrá la pena dar un vistazo pasando por delante: esta era una de las tres puertas de la Barcelona medieval y la única que se ha conservado después de derruir las murallas en el siglo XIX para hacer el Eixample.

Algo más adelante, cuando habremos pasado el muro (el de la muralla, ya me entendéis), veremos al otro lado las Tres Chimeneas, otro de los elementos que son testimonio del carácter industrial que tuvo la ciudad en el pasado. Las chimeneas formaban parte de la central eléctrica La Canadiense que había al comienzo del siglo XX en este espacio del Poblesec, el barrio a la izquierda de donde estamos ahora, que suministraba la luz en la ciudad. Ahora hay un bonito parque, donde los eskaters hacen sus acrobacias junto a fragmentos de la antigua maquinaria de la central, un vagón de tren, y una gran silla de metal -o a mí me parece que es una silla-, que será lo primero que veremos.

Y ya decía que esto’s acababa, porque, justamente a la altura  de este parque de las Tres Xemenies, ¡cuidado con los sustos!, encontraremos el indicador del Km 40.

Km 40 al 41

Avanzando por el Paral•lel podremos captar que, a pesar de que no como antes, ni mucho menos, sigue siendo una calle donde el mundo de la farándula está presente gracias a los teatros que todavía hay. Pasando por delante del Apolo, por ejemplo, imaginaremos que salen a animarnos los artistas que trabajan allí. Seguro que lo harían si fuer más tarde porque ahora estarán durmiendo; o los del Victoria, algo más allá. Quién sabe, además, si la escultura de Raquel Meller que hay encima de la fuente que está entre los dos teatros de la izquierda de nuestro paso -una famosa cantante y actriz de los alegres veinte, que lleva un ramo de violetas para recordar la que fue su canción más popular, "La Violetera", inmortalizada por Charles Chaplin en la pelicula "Luces de la ciudad" – cobrará vida al vernos y nos aplaudirá para ayudarnos a hacer lo poco que nos queda para llegar a la meta. O quien sabe si algo más arriba se reencarnaran todas las vedettes que salían de El Molino -el centenario music-hall que estuvo cerrado y ahora ha reabierto- y también nos animarán.
 
Paral•lel arriba –quién era el guapo que decía que no subía!- iremos pasando calles del barrio de Sant Antoni a la derecha, y del Poblesec a la izquierda, y quizás recordaremos las veces que hemos hecho las cursas que se celebran en estos dos barrios, la primera en invierno y la segunda en verano. Y es que, no nos podemos quejar, Barcelona es una ciudad donde muy a menudo -bien que lo saben los guardias urbanos y los taxistas-, casi cada quince días hay una en un lugar u otro. Como mínimo, 30 al año. Ninguna, pero, como esta que estamos acabando, la madre de todas las cursas que se hacen y se deshacen. (Quizás esto último me ha salido un poco cursi, pero lo dejo).
El maratón se está acabando, y no tengo ánimo de seguir dando la tabarra con las cosas que nos encontramos a nuestro paso. No nos engañemos, no las verá nadie, un servidor el que menos.

Digamos, tan sólo que, pasada la parada del metro de Poblesec tendremos que dominar la emoción porque encontraremos la señal del km 41.

Km 41 al 42,195

Pasado el 41, todo será coser y cantar. Seguiremos por el Paral•lel en subidita, pero da igual. Ni lo notaremos. Ahora, que muy pronto veremos las columnas del edificio de la Feria, que querrá decir que estaremos a punto de acabar este maratón tan anhelado, da igual.

El pequeño desnivel de subida da igual (peor era cuando subíamos hace años hasta el estadio de Montjuic para acabar el maratón). Continuaremos por el Paral•lel y nos parecerá la calle más bonita de todas las del circuito. Pronto veremos los amigos incondicionales y los familiares que estarán esperándonos, llorosos, con desatadas emociones, ellos y nosotros, y dejaremos el Paral•lel al encontrar la Plaza de España.

En la plaza, que nos parecerá más bonita que a la salida, veremos el indicador del km 42; ahora sí que se ha acabado! Y un poco más allá, pasadas las Torres Venecianas, que creeremos que están aquí desde la Exposición del 29 esperándonos para acogernos, también emocionadas, pisaremos la línea de llegada en pleno éxtasis y conseguiremos la gloria.



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Miquel Pucurull y Fontova